mayo 17, 2008

El Magdalena Medio y la crisis alimentaria

CRISIS MUNDIAL DE ALIMENTOS: UN TSUNAMI SILENCIOSO ESTÁ LLEGANDO AL MAGDALENA MEDIO

Néstor J. Mendieta,
Corporación Obusinga,
Mayo 12 del 2008

Hace pocas semanas, los medios de comunicación publicaron el parte de tranquilidad enviado a la ciudadanía por un alto funcionario del gobierno con respecto a la crisis mundial de alimentos: “Colombia está blindada contra la crisis” fue la expresión utilizada por el personaje en cuestión. Sin entrar a discutir la veracidad de tal afirmación, cabe preguntarse si, al igual que Colombia, el codiciado y rico Magdalena Medio también estará blindado contra el hambre.

En ese sentido, no es lo mismo hablar de Colombia que hablar de una región o de una localidad en particular. Al mirar el país en su conjunto existe la tendencia a promediarlo todo y así, por ejemplo, se sabe que la economía colombiana va muy bien aunque los niños del Chocó estén amenazados de muerte por el hambre.

Es por ello que, en esta breve reflexión, intentaremos apreciar la situación de las familias de la región del Magdalena Medio y avizorar lo que ellas pueden o deben esperar con respecto a este tema para los próximos meses.

Pero antes, precisemos un poco más los términos de la crisis alimentaria que amenaza al mundo. La directora del Programa Mundial de Alimentos califica esta situación como “un tsunami silencioso” que amenaza a millones de personas en el planeta. Una de las primeras informaciones alarmantes, aparecida el mes pasado, hizo referencia a los disturbios que se presentaron en Haití, Egipto, y otros países pobres, y que fueron provocados por el encarecimiento de los alimentos. La FAO habló entonces del riesgo de que los desórdenes se reprodujeran en 37 países más. Por supuesto, en 37 países pobres.

Posteriormente, una serie de columnistas y especialistas ha iniciado el análisis de las causas del fenómeno alimentario mundial y, en general, coinciden en señalar los siguientes aspectos como los generadores de la crisis: El desvío de algunos alimentos fundamentales como el maíz, la caña de azúcar y la soya hacia la producción de agrocombustibles. El incremento de la demanda de alimentos en India y en China ya que juntos, estos dos países, constituyen casi una cuarta parte de la humanidad y solo China ha triplicado su consumo de carne en los últimos 20 años. Otra razón tiene que ver con la elevación de los costos del petróleo y con ello el encarecimiento de los fertilizantes y del transporte de alimentos. También se ha hablado de la especulación en que han entrado los mercados a raíz de las anteriores noticias y que conduce a que algunas personas, profundamente malvadas y poderosas, aprovechen la coyuntura para lucrarse. Finalmente, se hace referencia a la pérdida de algunas cosechas de cereales en Australia y en el sureste de Asia como producto del calentamiento global.

De todas estas informaciones podemos sacar tres conclusiones en limpio:

1. Con excepción de las pérdidas de cosechas referidas, no parece haber un problema de producción de alimentos. Es decir, aún no se trata de un fenómeno de incapacidad de la humanidad para hacer producir la tierra. Más bien lo que ocurre es que lo que en la tierra se produce se desvía hacia combustibles o se desvía hacia un excesivo consumo de proteína animal. Por lo tanto, no se puede hablar de una escasez mundial de alimentos sino de un encarecimiento de los mismos. De acuerdo con una nota publicada por el Tiempo, el 11 de abril del 2008, el director general de la FAO, Jacques Diouf, dijo que este año se puede alcanzar un récord de producción de alimentos, con 2.164 millones de toneladas, lo que representa un 2,6 por ciento más que el año anterior.

2. Por cuenta del encarecimiento de los alimentos, el hambre no está acechando a todo el mundo sino esencialmente a los más pobres. Es decir, el problema vuelve a ser sobretodo de acceso a alimentos por parte de las familias más vulnerables. Son ellas las que están en riesgo de padecer hambre ya que comprometen casi todo su presupuesto en la compra de alimentos. Las familias acomodadas solo deben disminuir sus gastos suntuarios pero puede decirse que en realidad su seguridad alimentaria no está amenazada. Para hacerse a una idea, el gasto en alimentos de los colombianos es cerca del 35% de sus gastos generales mientras que en los países desarrollados es del 18%. En el Magdalena Medio, el 50% de los gastos de las familias corresponde exclusivamente a gasto en alimentos.

3. Pueden presentarse hambrunas aún en medio de tierras fértiles y productivas. En efecto, los alimentos ya no son los “frutos de mi tierra”, como lo eran anteriormente, sino que ahora forman parte de cadenas productivas transnacionales. En Santander, por ejemplo, las familias consumen bocachico argentino, bagre vietnamita, arroz ecuatoriano, lenteja boliviana, etc. Por lo tanto, si por alguna razón esas enormes cadenas alimentarias se traban, la crisis alimentaria toca a la vez a millones de personas de muchos países. Y, esas familias sufrirán hambre sin importar si viven o no en tierras tan fértiles y productivas como las de Colombia y el Magdalena Medio.

En pocas palabras, quienes más expuestas se hallan a la crisis alimentaria mundial son las familias pobres de todo el mundo pues los alimentos se han convertido en mercancías que, aunque abundantes, son muy costosas y vienen de muy lejos.

En ese sentido, cabe volver a la pregunta inicial ¿Colombia está realmente blindada contra el hambre? Según puede establecerse, desde el 2006 las familias colombianas experimentan el incremento en los precios de los alimentos. Informes del DANE puntualizan que, mientras la tasa de inflación en ese año fue de 4.48%, los alimentos subieron un 5.68%, siendo el grupo de gastos más elevado de la canasta familiar. Para el 2007 el aumento en los alimentos fue del 8.51% lo cual llevó la inflación hasta un 5.69%.

¿Y qué pasa con el codiciado y rico Magdalena Medio? Fue hasta hace pocas semanas que se obtuvieron los resultados de los estudios de evaluación de la Canasta Alimentaria Básica (CAB) realizados por la Corporación Obusinga, con el apoyo del PDPMM. De acuerdo con las cifras arrojadas por estas investigaciones, en el municipio de Bolívar en el año 2002 el costo de la CAB correspondió al 75% del salario mínimo de esa época. Hoy día la CAB subió hasta el 98% del salario mínimo vigente. En El Carmen de Chucurí, la cifra ascendió de un 70% en el 2003 a un 76% en el 2007. Por supuesto, el hambre y la inseguridad alimentaria no se han hecho esperar en estos territorios campesinos. Mientras que en el 2002 el 37% de las familias bolivarenses se encontraban en situación de hambre crónica, para finales del año 2007 la cifra se elevó hasta el 56%.

En conclusión, es posible que haya una Colombia blindada contra la crisis pero, sin duda, los colombianos y colombianas que habitan el Magdalena Medio no hacen parte de esa Colombia. Es más, el tsunami silencioso ya está llegando hasta sus hogares.

Cinismo o ignorancia, no lo sabremos nunca pero, por decir lo menos, resulta siniestro no solo afirmar que Colombia está blindada sino que la crisis es una gran oportunidad para que el país produzca alimentos y se llene de dinero con la venta de los mismos en el mercado mundial.

Nuevamente, ¿de qué Colombia estamos hablando? Y, exactamente, ¿Para quién se constituye en una gran oportunidad esta crisis alimentaria? Es de temer que se trate de una oportunidad exclusivamente para un puñado de terratenientes y de empresarios que están articulados a las cadenas alimentarias mundiales. Pero, por ahora, no es una oportunidad para los campesinos que, con enormes dificultades, intentan sacar los productos de las pocas parcelas que les han dejado para que, posteriormente, se los devoren los intermediarios en los mercados injustos que pululan en el país.

En realidad, la otra Colombia, esa que está bajo la línea de pobreza, esa que se encuentra en inseguridad alimentaria y hambre crónica (58% de la población campesina según estudios del mismo gobierno), está profundamente amenazada por esta crisis. Ya no solo el hambre crónica atenta contra ella sino que el hambre aguda, la temida hambruna, acecha a millones de colombianos.

Lo que responsablemente debería hacerse no es mirar el mercado internacional con ojos codiciosos, con hambre de dinero. Resulta inicuo y vergonzoso plantear oportunidades de negocios alimentarios en el exterior cuando a nivel doméstico tenemos a nuestra población en alto riesgo de hambre. Quienes están en cabeza de las instituciones públicas deben pensar como gobernantes y no como gerentes o negociantes. Lo que se debe hacer es apuntalar todos los mecanismos públicos disponibles para proteger a nuestra población del hambre. Y, en ese sentido, es preciso realizar tres acciones inmediatas:

1.Implementar un plan de contingencia que nos permita identificar a las familias vulnerables y mejorar su acceso a alimentos. Al menos durante dos años este tipo de mecanismo de subsidio alimentario puede ser necesario mientras estas familias encuentran alguna forma básica de seguridad alimentaria.

2. De manera inmediata se debe desarrollar un plan estratégico de producción y mercadeo local de alimentos básicos. Es preciso disponer de una lista estratégica de alimentos (los alimentos básicos) y emprender el cultivo y producción de los mismos, de manera subsidiada. El estado debe gestionar la tierra y los insumos necesarios para crear plantaciones de alimentos básicos. Igualmente, debe asegurar las redes de distribución y comercialización local y regional de los mismos. De ese modo, estaremos preparados para los duros momentos que, según se puede prever, vivirá la humanidad en los próximos cinco años.

3. Finalmente, se debe formular e implementar un plan nacional de autosuficiencia en alimentos básicos. Bruno Parmentier, director de la Escuela Superior de Agricultura de Angers de Francia, afirma, con plena razón, que “esta crisis nos permite ver muy bien que los comerciantes son totalmente incapaces de resolver el problema del hambre en el mundo. Creer que comerciantes van a llevar a pueblos, que están en el fin del mundo, productos agrícolas que pesan mucho, que se pudren fácilmente, para darlos a personas que no tienen dinero, es un fraude intelectual”. Es preciso, privilegiar el desarrollo de la pequeña agricultura alimentaria. Son nuestros campesinos y campesinas mini y microfundistas quienes, adecuadamente orientados y asesorados, pueden desarrollar las bases de un sistema agroalimentario autónomo como fundamento de la seguridad y soberanía alimentarias de los colombianos y colombianas.

noviembre 16, 2006

CUMBRE ALIMENTARIA REGIONAL DEL MAGDALENA MEDIO CONTRA EL HAMBRE CRÓNICA RURAL


SEPTIEMBRE 29 Y 30 DEL 2006 - EL CARMEN SANTANDER

DECLARACION COMENTADA

La Declaración Política de la Cumbre Alimentaria Regional del Magdalena Medio es un texto que resume los acuerdos a los que llegaron los y las participantes del evento frente al tema de la lucha contra el hambre crónica rural. Aunque en el contenido de la misma se maneja una serie de conceptos técnicos, propios de las disciplinas ligadas a la seguridad alimentaria, la declaración no es ni pretende ser un documento técnico que pueda ser leído como una especie de "ABC de la seguridad alimentaria". Por lo tanto, la Declaración no compendia todos los factores que tienen que ver con la seguridad y la soberanía alimentarias sino aquellos que fueron reconocidos y trabajados por los y las asistentes a la Cumbre.
La Declaración refleja entonces el grado de sensibilidad, nada despreciable, que la región del Magdalena medio ha alcanzado frente al problema del hambre crónica y a la necesidad de desarrollar su seguridad alimentaria. En ese sentido, contiene los compromisos que actualmente la ciudadanía organizada y las instituciones están dispuestas a llevar a cabo en pos del desarrollo de su región y del mejoramiento de su condición de vida.
Ya en lo que tiene que ver con el contenido específico de la Declaración, ésta se divide en dos partes. La primera, recoge una serie de nueve artículos bajo el titulo "La Plenaria de la Cumbre Alimentaria Regional afirma que". Dichos artículos se refieren a los principios que, para los participantes de la Cumbre, deben guiar una política de seguridad alimentaria y de lucha contra el hambre crónica. Se trata de un conjunto de afirmaciones que expresa la posición política de los participantes y que por lo tanto sirve de guía para la formulación de cualquier plan o política de trabajo en seguridad y soberanía alimentarias para la región.
La segunda parte de la Declaración, comprende catorce propuestas bajo el título "A partir de las afirmaciones anteriores, la Plenaria de la Cumbre Alimentaria Regional propone". En esta segunda sección se desarrolla un conjunto de propuestas específicas que se acercan mucho más al diseño o ajuste de programas y planes de seguridad y soberanía alimentarias y que la plenaria de la Cumbre tuvo mucho cuidado en que guardaran plena coherencia con los principios relacionados en la primera parte.
COMENTARIOS A LA DECLARACION
PRIMERA PARTE: PRINCIPIOS Y POSICION POLITICA
La alimentación es un derecho humano fundamental y, como tal, una expresión de la dignidad humana.
El Estado, como instancia destinada a salvaguardar la dignidad humana, es el directo responsable y garante del derecho a la alimentación.
Lo que comemos es un símbolo que representa nuestro entorno de dignidad, por lo cual la conquista de la seguridad y la soberanía alimentarias es una de las pruebas de la vigencia de los derechos humanos y de la realización de un estado social de derecho.
No muchas personas entienden la importancia que reviste, ni las implicaciones que produce, la declaración de una necesidad como derecho humano fundamental. Tal vez la mejor manera de entenderlo es recordando que los derechos humanos tienen, entre otras características, la de ser inherentes. Esto significa que las personas tenemos derecho por el solo hecho de ser humanas y lo único que podría arrebatarnos el derecho es que dejásemos de ser humanas. En otras palabras, puede afirmarse que gozamos de los derechos humanos sin que tengamos que hacer ni dar nada a cambio.
Es así como una persona puede ser buena o mala, trabajadora o perezosa, honesta o deshonesta, bondadosa o criminal, no importa, siempre tendrá derecho a alimentarse simplemente porque es un ser humano. Justamente, por esa razón se dice que los derechos humanos son los que garantizan la dignidad de las personas. Porque la dignidad significa que no podemos ser tratados como cosas o como animales sino como seres humanos. Y, en tal sentido, todos los seres humanos somos igualmente dignos de serlo sin distinción de clase, raza, sexo, etc. etc. etc. Es por ello que cuando decimos que la alimentación es un derecho, declaramos que ningún ser humano merece padecer hambre y que, si esto llega a ocurrir, toda nuestra humanidad se declara afectada.
Igualmente, no sobra hacer esta declaración ya que hay corrientes de pensamiento en el mundo que consideran que el derecho a la alimentación, así como otros derechos económicos, sociales y culturales, no deben ser tomados como derechos fundamentales. Para estas personas, los derechos solo tienen que ver con la libertad, es decir, que las personas tienen derecho a comer lo que quieran (y lo que puedan) pero que no existe el deber de garantizarles la alimentación.
En tal sentido, siempre hemos escuchado que a cada derecho que tenemos le corresponde un deber. Para el caso, el derecho a alimentarse le corresponde al ciudadano y el deber de garantizar la alimentación le compete al estado. En ese orden de ideas, los participantes de la Cumbre quisieron resaltar el papel que debe jugar un estado social de derecho en la vida de la ciudadanía. La existencia del estado se justifica, por encima de cualquier cosa, porque es la institución creada para garantizar los derechos humanos a todas las personas. Es para eso que existe el estado, para eso que existen las instituciones públicas y para eso que se formulan las políticas públicas.
El derecho a la alimentación se realiza a través del valor y el ejercicio de la soberanía, de una manera integral, que se expresa en la soberanía sobre la producción de alimentos, sobre las costumbres e identidades alimentarias y sobre el uso y protección de nuestros recursos naturales.
Para quienes participaron en la Cumbre, el derecho a la alimentación no se debe garantizar de cualquier forma puesto que no se trata solamente de dar de comer sino de inscribir la garantía de la alimentación en el marco de la dignidad individual y colectiva. La alimentación debe ser entendida como una necesidad humana que va más allá de los nutrientes y las calorías y que comprende los afectos, la historia y la identidad de los pueblos y de las culturas. Las personas merecen alimentarse de acuerdo con sus costumbres y en consonancia con el territorio que habitan. Del mismo modo, los recursos naturales y alimentarios, que se encuentran en el territorio nacional, deben ser protegidos como parte del legado cultural de la nación.
El ser humano y, en este caso, los campesinos y campesinas, deben ser reconocidos como los sujetos y protagonistas de la construcción de la seguridad y la soberanía alimentarias, por lo tanto son ellos y ellas el centro y el fin de los procesos de planeación de las políticas y programas correspondientes.
A lo largo de la historia de nuestro país se han realizado profundas reformas políticas al agro y puede afirmarse que en ninguna de ellas se consultó a la población campesina para realizarlas. Los y las participantes de la Cumbre, como ciudadanos y ciudadanas representantes de numerosas organizaciones campesinas, reclaman, a través de este artículo, su derecho a ser tenidos en cuenta en el momento en que se formulen las políticas públicas que los afectan. Más aún, este artículo hace énfasis en que las políticas solo pueden tener como fin el beneficio de las personas y, en este caso, de los y las habitantes de los campos. Por lo tanto, los gobiernos deben elaborar las políticas de seguridad y soberanía alimentarias con quienes van a ser los directos afectados por las mismas: los y las campesinas.
La lucha contra el hambre crónica rural y la conquista de la seguridad y soberanía alimentarias deben enfocarse hacia el fortalecimiento de la economía campesina como dimensión capaz de responder a las necesidades humanas y sociales y al espíritu solidario que debe prevalecer en la garantía del derecho a la alimentación.
Existe en Colombia la tendencia a reducir el problema alimentario a un asunto de empleo y capacidad de compra. Se supone que las familias superarán el problema de hambre si cuentan con empleo o ingresos y el poder adquisitivo consecuente. No obstante, un planteamiento de este tipo es muy peligroso para las familias campesinas ya que puede terminar convirtiéndolas en asalariadas o jornaleras de una tierra ajena que anteriormente les pertenecía. En efecto, para las zonas rurales, con frecuencia, empleo e ingresos significan la aparición de grandes capitalistas que invierten en la compra de tierras para generar plantaciones dedicadas al monocultivo de algún producto de exportación.
Los y las participantes, al plantear la necesidad de superar el hambre crónica, mediante el fortalecimiento de la economía campesina, le apuestan a un tipo de seguridad alimentaria sostenible en la cual no se arrase con las formas de economía tradicionales del campo. Se busca, que la familia campesina se alimente bien, se desarrolle y continúe siendo propietaria de su tierra y dueña de sus negocios agrícolas. Hay también aquí una expresión de confianza hacia el campesinado. Se confía en que, con el apoyo adecuado, nuestras campesinas y campesinos pueden desarrollar el agro colombiano y que, debido a sus valores, pueden hacerlo de manera solidaria y preservando los recursos naturales para las futuras generaciones.
La política alimentaria debe ser de carácter integral y dirigirse hacia el desarrollo de la autonomía alimentaria familiar, comunitaria y local.
Si bien el estado debe responsabilizarse de que todo ciudadano tenga acceso a los alimentos que requiere y que, eventualmente, esto puede significar la entrega de subsidios alimentarios, la finalidad de una política alimentaria es la autonomía alimentaria de las familias y comunidades. Los y las participantes de la Cumbre quisieron expresar que solamente podemos quedar satisfechos con una política cuando esta alcance estos niveles de autonomía y las familias y comunidades puedan alimentarse por sí mismas de manera sostenible. Es allí en donde conquistamos la plena realización del derecho a la alimentación.
En el plano de los derechos humanos, y del derecho a la alimentación en particular, la tierra debe ser reconocida como un elemento que sustenta la identidad y la dignidad campesinas.
El agua es un bien público y es esencia de la vida por lo cual su preservación y potabilización deben ser objetivo prioritario del estado y la sociedad.
Además de las semillas, solo hay tres elementos que se requieren para hacer posible la agricultura o la producción de alimento. Ellos son: el sol, la tierra y el agua. Es por ello que los y las participantes de la Cumbre decidieron incluir al agua y a la tierra como elementos constitutivos de la política de seguridad y soberanía alimentarias y como recursos encomendados al cuidado del ser humano.
Con respecto a la tierra, para el gran inversionista es solamente un bien de capital. Hoy la tierra puede ser útil para sus propósitos y mañana puede convertirse en un lucro cesante. Para el campesino, en cambio, la tierra constituye su legado, su patrimonio cultural y su identidad. Para muchos, es allí donde nacieron o, al menos, allí donde establecieron sus hogares y decidieron que sus vidas echaran raíces. Por lo tanto, el derecho a la alimentación para la población campesina pasa por un reconocimiento a la profunda relación que ésta tiene con la tierra que cultiva.
De otra parte, con respecto al agua y su calidad de bien público, cuando algún bien material se denomina público, se quiere afirmar que le pertenece a todas las personas y que, por lo tanto, no es una mercancía de la que puedan lucrarse los particulares. La Declaración de la Cumbre señala la grave situación en la que se está cayendo al no tener políticas de protección y control de la explotación de los recursos hídricos.
SEGUNDA PARTE: PROPUESTAS ESPECÍFICAS
Las propuestas planteadas en la Cumbre Alimentaria cubren varios aspectos de la seguridad y soberanía alimentarias como son: la producción y comercialización de alimentos, las políticas de subsidios e incentivos, el acceso y consumo de alimentos y el fortalecimiento de las organizaciones campesinas.
SOBRE LA PRODUCCION DE ALIMENTOS
Que el estado garantice el ejercicio del derecho del dominio sobre la tierra el cual se traduce en acceso a tierras suficientes en cantidad y calidad para garantizar la productividad campesina y el derecho a la alimentación.
Promover y cualificar la planeación de la producción campesina de alimentos a nivel de la unidad campesina familiar, local y regional, incorporando como criterio la diversificación de la producción y del consumo de alimentos básicos.
Estos dos puntos, al ser apreciados de manera conjunta, permiten desarrollar los postulados de la primera parte relacionados con el fortalecimiento de la economía campesina. Por una parte, se reafirma, de manera más concreta, la necesidad de favorecer el acceso a la tierra por parte de los y las campesinas. Pero, igualmente, sabemos que no es y, de hecho, no ha sido suficiente con que se disponga de tierras para garantizar la seguridad alimentaria. Además de la tierra y los medios para hacerla productiva, para superar el hambre crónica es necesario planificar la producción alimentaria.
No cabe duda de que el campesinado colombiano puede producir alimentos y cultivos para su propia familia, para su municipio, para la región y para la exportación. Pero, requiere de acompañamiento en el proceso de planeación de cada uno de estos escenarios de mercado. Es esa la manera de enfrentar los desafíos de la competencia internacional y el modo en que el campesinado podrá desarrollarse sin perder su identidad.
SOBRE LOS MERCADOS LOCALES DE ALIMENTOS
Fomentar y fortalecer los mercados locales como escenario de encuentro social y cultural para la producción, acceso y consumo de alimentos.
Promover los mercados solidarios; el desarrollo de infraestructura y rutas para mercados locales y la disminución de la intermediación como estrategias para el mejoramiento del acceso a los alimentos básicos por parte de las familias campesinas.
Los pequeños campesinos colombianos pueden hacer mucho más productivas sus tierras y participar en distintos escenarios de mercado. No obstante, hoy en día el escenario más delicado, en términos de garantizar la seguridad alimentaria de las familias campesinas, es el mercado local. Si estas familias se dedican solamente a producir para la región, o para la exportación a mercados internacionales, su sistema agroalimentario inmediato se deteriora y corren alto riesgo de quedar en dependencia alimentaria.
Dentro de la planificación de la producción campesina, los mercados locales deben ser objeto de políticas especiales que favorezcan su desarrollo. En el pasado, fueron estos mercados los que permitieron que Colombia entera prosperara. Ahora, con su debilitamiento ha sobrevenido el hambre crónica rural. Es por ello que se deben invertir recursos en infraestructura y plataformas logísticas que reactiven los mercados locales. Finalmente, de ellos depende la seguridad alimentaria de la población campesina.
SOBRE EL ACCESO A ALIMENTOS
Con el fin de reconocer a la población campesina en su doble condición de productora y consumidora de alimentos, se propone mejorar su acceso a alimentos mediante la aplicación simultánea de dos estrategias complementarias de apoyo a las familias y comunidades:
El mejoramiento en la capacidad de compra
La promoción del autoconsumo
Como protección fundamental a la economía doméstica y a la capacidad de compra de alimentos básicos de la población, por ningún motivo estos alimentos deberán ser objeto de gravámenes o impuestos que aumenten su costo al consumidor.
Una de las características fundamentales de la familia campesina es que produce al menos una parte de los alimentos que consume. Aunque esa forma de adquirir los alimentos, también llamada autoconsumo por algunos, puede efectuarse en las ciudades, es muy típica de las zonas campesinas. No obstante, tampoco se debe caer en el extremo opuesto y pensar que una familia campesina debe ser autosuficiente, es decir, que produzca todo lo que come y no compre ningún alimento. La Declaración de la Cumbre plantea que, para el caso de los campesinos, se deben promover las dos formas de acceso a los alimentos ya que es la mejor manera de conseguir la seguridad alimentaria para sus familias.
Por otra parte, los y las participantes de la Cumbre, son concientes del interés que tienen algunos sectores del país en gravar con impuestos el consumo de algunos alimentos de la canasta familiar. Al igual que la mayoría de la población colombiana, los participantes de la Cumbre, consideraron necesario pronunciarse al respecto y rechazar estas iniciativas. Se considera que este tipo de impuestos son profundamente injustos, van en contra del derecho a la alimentación y afectan dramáticamente a las familias más vulnerables.
SOBRE EL CONSUMO DE ALIMENTOS
El mejoramiento en el consumo de los alimentos debe estar centrado en el desarrollo de la cultura alimentaria campesina. Para ello se recurrirá a las siguientes estrategias:
Recuperación y reactivación de la memoria alimentaria.
Rescate de alimentos tradicionales de alto valor nutricional
Trabajos de difusión capaces de contrarrestar la publicidad negativa de la industria alimentaria.
Uno de los problemas más graves que tienen las comunidades campesinas de hoy día es su crisis de identidad. Han sido tan golpeadas y abandonadas durante tantos años que lentamente han empezado a desconfiar de su propia riqueza cultural y han ido alejándose de valiosas prácticas alimentarias que, durante siglos, les habían servido para vivir y prosperar. Simultáneamente, los y las campesinas han accedido a los medios de comunicación masivos desde donde toda la población es bombardeada con anuncios publicitarios que enaltecen la llamada "comida chatarra". Un tipo de comida que, al ser consumida en exceso, afecta la salud de las personas y que, desgraciadamente, ha colonizado los paladares de niños y niñas y se ha convertido en comida preferencial aún en los hogares campesinos.
Para quienes participaron en la Cumbre, la mejor manera de contrarrestar esta problemática es combinando diferentes estrategias educativas que potencien la cultura alimentaria campesina. A diferencia de otros abordajes, en los que solamente se aconseja dar información a las personas sobre la manera como deben alimentarse, la propuesta surgida de la Cumbre plantea la necesidad de trabajar desde y para la cultura alimentaria campesina. Las gentes deben recuperar su memoria alimentaria, entender los factores que las condujeron a cambiar sus hábitos y, a partir de allí, tomar decisiones autónomas que satisfagan tanto sus necesidades nutricionales como sus necesidades gastronómicas y económicas.
SOBRE LOS SUBSIDIOS ALIMENTARIOS
Impulsar los subsidios a la producción campesina de alimentos básicos, tanto con fines de comercialización como de autoconsumo.
Superar la inequidad en el manejo de los incentivos agropecuarios y dirigir los mismos hacia el fortalecimiento de la producción campesina.
Orientar los subsidios al consumo de alimentos a través de tres criterios
Deben enmarcarse en una política pública amplia enfocada hacia el desarrollo de la autonomía alimentaria familiar y comunitaria.
Deben basarse en diagnósticos alimentarios y nutricionales rigurosos y confiables.
Deben ser generadores de autonomía alimentaria y desarrollo local.
Con el fin de simbolizar el derecho a la alimentación, promover la veeduría ciudadana y mejorar la transparencia en el uso de los recursos públicos, proponemos que todos los subsidios alimentarios sean entregados a nombre del pueblo Colombiano.
Un tema de enorme importancia tuvo que ver con los subsidios alimentarios y los incentivos a la producción agropecuaria. Sin duda, este planteamiento obedece a que, tradicionalmente, subsidios e incentivos son los instrumentos que utilizan los mandatarios para desarrollar sus políticas y planes de gobierno. En efecto, normalmente, cuando un alcalde, un gobernador o un presidente pretenden implementar un programa de seguridad alimentaria, utilizan el esquema de subsidios para hacer llegar los beneficios del programa a unas o a otras familias o personas.
Para quienes participaron en la Cumbre, los subsidios reflejan las tendencias reales del estado y de los gobernantes. Por ello, quisieron pronunciarse al respecto y proponer una nueva manera de utilizar esta figura de los subsidios. Por una parte, frente al tema del hambre crónica rural, los subsidios no deben ser identificados solamente como ayudas alimentarias sino que también deben ser entendidos como apoyos a la producción campesina. Este aspecto es de suma importancia ya que, por medio de él, se reconoce la doble condición del campesinado (productor y consumidor) y sus diversas maneras de acceder a los alimentos (comprándolos o cultivándolos).
Por otro lado, es muy claro que los subsidios al consumo, o ayudas alimentarias, son de más ayuda cuando una familia está en hambre aguda. Es decir, cuando no tiene nada que comer y corre el riesgo de morir de hambre. En el caso del hambre crónica, es decir, cuando la gente come, pero no lo suficiente, el tipo de ayuda que necesitan las personas es distinto a recibir alimentos. Se trata de apoyos o subsidios para que puedan alimentarse por sí mismas. Incluso, hay quienes piensan que si se les da directamente el alimento jamás lograrán desarrollar autonomía y alimentarse por sí mismas. No obstante, también es claro que el estado no puede dejar a ninguna persona padeciendo hambre de cualquier tipo.
Ante este dilema, los participantes a la Cumbre proponen que los subsidios tengan un manejo mucho más coherente y que además no den pie para la corrupción o el clientelismo. Por eso proponen que los subsidios o ayudas alimentarias de los gobiernos (municipales, departamentales o nacional) obedezcan a criterios que realmente ayuden a las personas no solo en el corto plazo, con la comida que se les entrega, sino hacia el largo plazo, con los elementos necesarios para que se alimenten por sí mismas. Es por ello que se plantea que los subsidios deben ser solo una parte de la política de seguridad alimentaria y no toda la política. Además, si han de darse subsidios en alimentos, éstos deben suministrarse de acuerdo con diagnósticos de buena calidad y no simplemente repartiendo lo que los proveedores de alimentos quieran dar.
Adicionalmente, quienes participaron en la Cumbre coincidieron en la necesidad de trascender el concepto de subsidios alimentarios como programa asistencial y empezar a convertirlos también en motores de desarrollo. En otras palabras, los subsidios son recursos del estado que deberían ser utilizados no solo para apañar el hambre sino que, simultáneamente, deberían invertirse en la potenciación de negocios y emprendimientos que se desarrollen en las comunidades beneficiarias. De ese modo, se convierten también en acciones dirigidas a combatir el hambre crónica.
Por otra parte, la idea, surgida en la Cumbre, de entregar las ayudas alimentarias en nombre del pueblo colombiano, tiene un enorme significado político. Es muy importante que las gentes sepan que todo aquello que el estado les entrega, no es un regalo de un gobernante de turno, sino que proviene de los recursos públicos y es una expresión, en este caso, del derecho ciudadano a la alimentación.
Finalmente, hay que decir que, durante los últimos tiempos en Colombia, quienes reciben más apoyo, por medio de incentivos a la producción de alimentos, son los agricultores más ricos. Por eso, se consideró necesario expresarse a favor de los pequeños agricultores y reclamar hacia ellos un trato equitativo. Es decir, que la política de incentivos a la producción campesina sea igualmente estimulada y los incentivos se distribuyan de una manera justa y adecuada.
SOBRE LA ORGANIZACIÓN CAMPESINA
Promover, apoyar, respaldar y fortalecer los procesos organizativos y asociativos de las comunidades campesinas en el marco del respeto a su autonomía como sujetos colectivos.
Implementar y diseñar participativamente programas de capacitación y formación al campesinado que aborden de manera integral los temas relacionados con la seguridad y soberanía alimentarias y le permitan fortalecer su capacidad de planeación y gestión de su seguridad alimentaria así como su capacidad de veeduría y participación ciudadana.
Este aspecto merece un comentario especial ya que no se trata de que el gobierno organice a las personas campesinas y cree nuevos mecanismos de participación reglamentados. Se trata de que favorezca las formas como las gentes deciden organizarse y apoye a los grupos que de esa manera se creen. Lo más importante es que la gente se organice por sí misma, de acuerdo con sus necesidades y con sus costumbres y no que otro u otros le digan como hacerlo.
Igualmente, una de las principales formas de apoyo que puede recibir una organización campesina es la capacitación y, en ese sentido, desde la Cumbre se propone crear todo un programa de capacitación y formación para la seguridad y soberanía alimentarias. Un programa que permita asumir la seguridad alimentaria como todo un proyecto de vida y no como una serie de temas desconectados que cada institución trabaja por separado.
SOBRE LOS ALIMENTOS BASICOS
Desarrollar una política de disponibilidad y acceso a alimentos básicos por medio de las siguientes estrategias:
Los alimentos básicos deben ser el objeto principal de las políticas públicas participativas en Seguridad Alimentaria y Nutricional.
El material genético de los alimentos básicos debe ser protegido por el Estado.
Debe facilitarse la producción y comercialización local y regional de alimentos básicos.
La importancia de los alimentos básicos radica en que corresponden a una lista estratégica de alimentos que cubren todos, no la mayoría ni algunos, sino todos los requerimientos nutricionales de la población. Así mismo, estos alimentos tienen la virtud de ser culturalmente aceptados. Es decir, conjugan las necesidades con las costumbres y, por lo tanto, son la esencia misma de la alimentación de un país, una región o un municipio. Por ello, los y las participantes de la Cumbre propusieron que estos alimentos sean especialmente protegidos por el estado. Y que se de este manejo especial tanto en lo que tiene que ver con el consumo y acceso a ellos como en lo que atañe a su producción.
Precisamente, en este último aspecto, debe tenerse especialmente en cuenta el tema del material genético. Se propone que las semillas y el germoplasma de los alimentos básicos sean protegidos de modo que ninguna persona o empresa pueda convertirse en su dueña. Lo que ocurre es que en el mundo existen empresas que "fabrican semillas", es decir, toman una semilla natural y la procesan en el laboratorio para mejorarla y, luego, la venden como su propiedad. La idea es que el material genético de los alimentos básicos sea propiedad del pueblo colombiano y que cualquiera de nuestros campesinos o campesinas pueda utilizarlo sin que le represente ningún costo.

octubre 04, 2006

LA DECLARACIÓN DE EL CARMEN

DECLARACION POLÍTICA DE LA CUMBRE ALIMENTARIA REGIONAL DEL MAGDALENA MEDIO CONTRA EL HAMBRE CRONICA RURAL
El Carmen, Santander, septiembre 29 Y 30 de 2006

130 personas, representantes de 79 organizaciones comunitarias, públicas y privadas y provenientes de 22 municipios, nos dimos cita en El Carmen, Santander, para estudiar y discutir la situación alimentaria de la población campesina y formular propuestas para el desarrollo de políticas públicas dirigidas a derrotar el hambre crónica rural.
Como resultado de los análisis y debates, realizados a lo largo de la jornada, la plenaria de la Cumbre Alimentaria, a través del consenso general, llegó a una serie de acuerdos que se expresan a continuación:

LA PLENARIA DE LA CUMBRE ALIMENTARIA REGIONAL
AFIRMA QUE:

1. La alimentación es un derecho humano fundamental y, como tal, una expresión de la dignidad humana.
2. El Estado, como instancia destinada a salvaguardar la dignidad humana, es el directo responsable y garante del derecho a la alimentación.
3. Lo que comemos es un símbolo que representa nuestro entorno de dignidad, por lo cual la conquista de la seguridad y la soberanía alimentarias es una de las pruebas de la vigencia de los derechos humanos y de la realización de un estado social de derecho.
4. El derecho a la alimentación se realiza a través del valor y el ejercicio de la soberanía, de una manera integral, que se expresa en la soberanía sobre la producción de alimentos, sobre las costumbres e identidades alimentarias y sobre el uso y protección de nuestros recursos naturales.
5. El ser humano y, en este caso, los campesinos y campesinas, deben ser reconocidos como los sujetos y protagonistas de la construcción de la seguridad y la soberanía alimentarias, por lo tanto son ellos y ellas el centro y el fin de los procesos de planeación de las políticas y programas correspondientes.
6. La lucha contra el hambre crónica rural y la conquista de la seguridad y soberanía alimentarias deben enfocarse hacia el fortalecimiento de la economía campesina, como dimensión capaz de responder a las necesidades humanas y sociales y al espíritu solidario que debe prevalecer en la garantía del derecho a la alimentación.
7. La política alimentaria debe ser de carácter integral y dirigirse hacia el desarrollo de la autonomía alimentaria familiar, comunitaria y local.
8. En el plano de los derechos humanos, y del derecho a la alimentación en particular, la tierra debe ser reconocida como un elemento que sustenta la identidad y la dignidad campesinas.
9. El agua es un bien público y es esencia de la vida, por lo cual su preservación y potabilización deben ser objetivo prioritario del Estado y la sociedad.

A PARTIR DE LAS AFIRMACIONES ANTERIORES, LA PLENARIA DE LA CUMBRE ALIMENTARIA REGIONAL PROPONE:

1. Promover y cualificar la planeación de la producción campesina de alimentos a nivel de la unidad campesina familiar, local y regional, incorporando como criterio la diversificación de la producción y del consumo de alimentos básicos.
2. Fomentar y fortalecer los mercados locales como escenario de encuentro social y cultural para la producción, acceso y consumo de alimentos.
3. Impulsar los subsidios a la producción campesina de alimentos básicos, tanto con fines de comercialización como de autoconsumo.
4. Superar la inequidad en el manejo de los incentivos agropecuarios y dirigir los mismos hacia el fortalecimiento de la producción campesina.
5. Orientar los subsidios al consumo de alimentos a través de tres criterios
*Deben enmarcarse en una política pública amplia enfocada hacia el desarrollo de la autonomía alimentaria familiar y comunitaria.
*Deben basarse en diagnósticos alimentarios y nutricionales rigurosos y confiables.
*Deben ser generadores de autonomía alimentaria y desarrollo local.
6. Con el fin de simbolizar el derecho a la alimentación, promover la veeduría ciudadana y mejorar la transparencia en el uso de los recursos públicos, proponemos que todos los subsidios alimentarios sean entregados a nombre del pueblo Colombiano.
7. Que el estado garantice el ejercicio del derecho del dominio sobre la tierra el cual se traduce en acceso a tierras suficientes en cantidad y calidad para garantizar la productividad campesina y el derecho a la alimentación.
8. Promover, apoyar, respaldar y fortalecer los procesos organizativos y asociativos de las comunidades campesinas en el marco del respeto a su autonomía como sujetos colectivos.
9. Con el fin de reconocer a la población campesina, en su doble condición de productora y consumidora de alimentos, se propone mejorar su acceso a alimentos mediante la aplicación simultánea de dos estrategias complementarias de apoyo a las familias y comunidades:
*El mejoramiento en la capacidad de compra
*La promoción del autoconsumo

10. Promover los mercados solidarios; el desarrollo de infraestructura y rutas para mercados locales y la disminución de la intermediación como estrategias para el mejoramiento del acceso a los alimentos básicos por parte de las familias campesinas.
11. Como protección fundamental a la economía doméstica y a la capacidad de compra de alimentos básicos de la población, por ningún motivo estos alimentos deberán ser objeto de gravámenes o impuestos que aumenten su costo al consumidor.
12. Implementar y diseñar participativamente programas de capacitación y formación al campesinado, que aborden de manera integral los temas relacionados con la seguridad y soberanía alimentarias y le permitan fortalecer su capacidad de planeación y gestión de su seguridad alimentaria así como su capacidad de veeduría y participación ciudadana.
13. El mejoramiento en el consumo de los alimentos debe estar centrado en el desarrollo de la cultura alimentaria campesina. Para ello se recurrirá a las siguientes estrategias:
*Recuperación y reactivación de la memoria alimentaria.
*Rescate de alimentos tradicionales de alto valor nutricional
*Trabajos de difusión capaces de contrarrestar la publicidad negativa de la industria alimentaria.
14. Desarrollar una política de disponibilidad y acceso a alimentos básicos por medio de las siguientes estrategias:
*Los alimentos básicos deben ser el objeto principal de las políticas públicas participativas en Seguridad Alimentaria y Nutricional.
*El material genético de los alimentos básicos debe ser protegido por el Estado.
*Debe facilitarse la producción y comercialización local y regional de alimentos básicos.

Los y las representantes presentes nos comprometemos a difundir los acuerdos de la Cumbre y a posicionarlos en nuestras propias organizaciones.
Así mismo, como resultado final del evento, se crea la Secretaria Operativa de la Cumbre Alimentaria y se nombran los delegados y delegadas de la misma. La Secretaría tendrá como misión fundamental la facilitación del seguimiento a los acuerdos de la Cumbre, para lo cual desarrollará, de manera inmediata, el plan de Difusión y Comunicación de la Declaración de la Cumbre Alimentaria. Este plan será especialmente dirigido hacia los entes públicos de planeación nacional, departamental y local. Finalmente, la Secretaría elaborará e impulsará la implementación de una estrategia pedagógica destinada a la apropiación ciudadana de los acuerdos de la Cumbre.
Celebramos los acuerdos alcanzados en la Cumbre Alimentaria Regional del Magdalena Medio e invitamos a toda la ciudadanía a sumarse a la lucha contra el hambre crónica y al compromiso con la construcción de la dignidad humana y con la plena vigencia del derecho a la alimentación.

REPRESENTANTES DE LAS ORGANIZACIONES PARTICIPANTES EN LA CUMBRE ALIMENTARIA REGIONAL DEL MAGDALENA MEDIO:

Alcaldía de El Carmen, Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, Corporación de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, Corporación Obusinga, Instituto Colombiano de Bienestar Familiar ICBF Nacional, ICBF Regional Santander, ICBF Vélez, ICBF Bucaramanga, ICBF Yariguíes, ICBF Unidad Móvil Bucaramanga, Secretaria Departamental de Salud ,Secretaria de Salud Pública de Santander, Secretaría de Desarrollo Social de Santander, Asoprobien, Alcaldía Yondó, Alcaldía El Peñón, Alcaldía Sabana de Torres, Defensoría del Pueblo Magdalena Medio, Fensuagro, Apemecafé, UIS Stereo, Codecosan, Consornoc, Grupo gestor El Carmen, Equipo Gestor Landázuri, Equipo Gestor Bolivar, Equipo Gestor del Peñón, Equipo Gestor de Sabana de Torres, Equipo Gestor Betulia, Equipo Gestor Puerto Nare, Equipo zonal de El Carmen, Iglesia Adventista El Carmen, Incoder Bucaramanga, MANA Antioquia, Afer, Asopesca, Cosechando, Asociación El Común, Amec, Escuela Campesina de Cimitarra, Programa VIDA Santander, Equipo Técnico y Pedagógico PDPMM San Vicente, Equipo Técnico y Pedagógico PDPMM Puerto Berrio, Equipo Técnico y Pedagógico PDPMM Barrancabermeja, Red de Jóvenes Factor J, Morelia, Magisterio Bolivar, Asoartes, Asodesbac, Ctp Cooptracarmen, Cortipaz, Cuepo de Bomberos de El Carmen, Acción Social RESA Nacional, Acción Social Región Magdalena Medio, Ecocacao, Concejo de El Carmen, Biblioteca Municipal El Carmen, Universidad Javeriana de Colombia, Univeridad Pedagógica y Tecnológica de Tunja, Adesmec, IPS de El Carmen, Planeta Paz, Desmovilizados El Carmen, Aredmag, Núcleo de Pobladores de El Carmen, Colsanlugo, Apireina, Icproc LP, Pssr, Parroquia de San Pablo, Ciudadela Educativa de Barrancabermeja, Parroquia Sagrado Corazón Barrancabermeja, Grupo J.e.t.s, Enlace Televisión, Telecentral, Icproc, Espacio Humanitario Ciénaga del Opón.

El Carmen, Santander, Septiembre 30 del 2006

Descargue la Declaración haciendo click aquí


septiembre 27, 2006

LAS POLÍTICAS PÚBLICAS CONTRA EL HAMBRE CRÓNICA

Hace más de 150 años Rudolf Virchow, uno de los pioneros de la medicina social, planteó, ante el asombro de muchos de sus colegas, que la política era solamente la medicina a gran escala. Con ello, pretendió hacer notar la trascendencia que tienen las decisiones de los gobiernos frente a la salud de las gentes. Pero también, señaló el carácter eminentemente práctico de esta dimensión de la vida humana. Para bien o para mal, la voluntad de los gobernantes, es decir su verdadera política, se expresa en programas y acciones reales y concretas que producen importantes consecuencias en la vida de los gobernados.

Como médico, Virchow sabía que un tratamiento puede ser bastante dañino si no se deriva de un buen diagnóstico y, por supuesto, entendía que el plan de trabajo que traza un terapeuta o un político debe ser plenamente coherente con el diagnóstico formulado.

Para el caso que nos corresponde debemos entonces preguntarnos ¿cuál es exactamente el problema alimentario que pretendemos atacar? y, en ese sentido, ¿hacia donde apuntan las políticas de seguridad alimentaria de los gobiernos colombianos, tanto a nivel nacional como departamental y local?

En Colombia, la gran mayoría de gobiernos dedican sus esfuerzos a distribuir alimentos a la llamada, de modo bastante impreciso, población vulnerable. De tal forma está extendido este tipo de acción gubernamental que es posible encontrar municipios rurales en los que operan varios programas que subsidian alimentos a los niños y ancianos. En un solo municipio coexisten el refrigerio reforzado, los restaurantes escolares, las familias en acción, los hogares de bienestar infantil, el programa de alimentos para ancianos, el programa de subsidio alimentario del departamento, el programa de alimentos por trabajo o por capacitación e incluso los programas caritativos de las iglesias cristianas.

Antes de analizar si estos esfuerzos, centrados en la donación de alimentos, están acertadamente orientados o no, es necesario referirse a dos características que todos ellos comparten. En primer lugar, estos programas presentan serios defectos de continuidad y estabilidad. Debido a aquellas dificultades, propias de los procesos presupuestales del sector público, el trámite para las licitaciones y adjudicación de contratos puede ser tan engorroso que no se sabe su exacta duración. De este modo, los programas no operan establemente a lo largo de todo el año sino que se ejecutan durante cuatro, seis u ocho meses. Nadie lo sabe. Y, por supuesto, quienes menos informados están sobre este vía crucis financiero son los beneficiarios de los programas. Para ellos, el programa comienza cuando menos lo esperan y finaliza cuando ya se han acostumbrado a él.

Un segundo aspecto, bastante común, es que la gran mayoría de estos programas ubica sus proveedores de alimentos por fuera de los municipios beneficiarios. Es decir, establecen contratos con personas que no pertenecen al municipio para que lleven a éste los alimentos destinados a la población beneficiaria. Normalmente, los proveedores son empresas o personas ampliamente conocedoras del mercado alimentario regional y que además gozan de mucho éxito en el negocio alimentario. Con la contratación de estas entidades, se logra disminuir los costos de los alimentos y, debido a las numerosas conexiones comerciales de los contratistas, se garantiza que provean oportunamente a los programas alimentarios.

Hasta aquí, el único problema parecería ser la inestabilidad de los programas alimentarios y, una vez se corrigiera este defecto, se supone que obtendríamos una adecuada política de seguridad alimentaria y nutricional. Desgraciadamente, en el fondo del asunto subyace un error. La entrega de alimentos para el consumo de las familias campesinas corresponde perfectamente a una acción contra el hambre aguda. Es decir, contra aquella forma de hambre en la que las personas no tienen físicamente nada que comer y están corriendo serio peligro de morir de inanición. Y, ese no es el problema que sufre nuestra población campesina. Ella padece realmente de hambre crónica, una versión silenciosa e insidiosa de hambre en la cual las personas y familias, de manera persistente, no logran acceder a la cantidad de calorías y nutrientes que requieren sus organismos.
[1]

En ese sentido, el PROYECTO HAMBRE, organización civil establecida en 1977 en Estados Unidos, nos recuerda que “El hambre crónica no es una cuestión de alimentos. Ocurre cuando las personas carecen de una oportunidad o sistemáticamente se les niega la oportunidad de ganar el dinero necesario para producir suficiente comida, recibir educación, desarrollar las habilidades necesarias para cubrir sus necesidades primarias y tener una voz en las decisiones que afectan sus vidas”
[2].

En pocas palabras, en nuestro país, la mayor parte de programas alimentarios dirigidos a la población campesina proceden de un diagnóstico equivocado y, con frecuencia, contribuyen a profundizar la problemática real que enfrentan estas comunidades. En efecto, los subsidios alimentarios mal dirigidos, son francamente insostenibles y la inestabilidad de los programas alimentarios que señalamos atrás es una prueba de ello. Por otra parte, cuando contratistas forasteros son quienes proveen de alimentos al municipio, ni un solo centavo del dinero público se queda en la localidad. Es frecuente que lleguen cajitas de cartón con jugos de fruta, provenientes de una mega-empresa alimentaria, a lejanas veredas en donde los árboles están cargados de mangos y naranjas frescas. A la larga, el programa alimentario termina sumándose a los factores que desestimulan la producción y el mercadeo local de alimentos y que, con el tiempo, incluso pueden generar formas de dependencia alimentaria familiar que agravan la situación de hambre crónica que allí se padece. Es así como, a pesar de las buenas intenciones que hayan podido albergar los gobernantes, su política mal orientada, termina por beneficiar casi exclusivamente a contratistas exitosos que, estamos seguros, no tenían ningún problema de hambre crónica.

Pero aún hay otra dificultad que se presenta en los pequeños municipios rurales. Se trata de la pérdida de autonomía de los gobiernos locales frente al problema alimentario de su población. Por una parte, la mayor parte de las transferencias que reciben tienen destinaciones específicas que no pueden ser modificadas ni por el alcalde ni por el concejo. De tal manera que las posibilidades de invertir en soluciones autónomas y sostenibles al hambre crónica local son bastante limitadas. Y, por otro lado, las inversiones en seguridad alimentaria que llegan desde programas nacionales y departamentales tienden a arrastrar los escasos recursos que quedaban para libre destinación. En efecto, dichos programas alimentarios generalmente exigen a los gobiernos locales la cofinanciación de los mismos sin que exista la posibilidad de que el municipio modifique los términos de la intervención. En otras palabras, la nación o el departamento definen la metodología para enfrentar el hambre crónica y los municipios no solo la acatan sino que, además, deben comprometer parte de su presupuesto en ella.

En el Foro del Hambre de los Países de la Región Andina, celebrado en Quito en noviembre del 2004, se llegó a una importante conclusión para atacar el hambre crónica. Según los participantes, se reconoció que “la ideología subyacente al paradigma de la prestación de servicios falla desde su misma base y concepción en el sentido en que no toma en cuenta el recurso fundamental para el desarrollo: la creatividad y la productividad de la misma gente que vive en la pobreza”...”Las personas son consideradas como el "problema", como los beneficiarios de los servicios, los cuales necesitan ser atendidos...”
[3].

En contraste, se propone apreciar a las mismas personas como parte de la solución, como los protagonistas y agentes principales de su propio desarrollo. Y, en ese sentido, se afirma que una de las medidas políticas más importantes que un gobierno debe tomar para enfrentar el hambre crónica “es llevar el gobierno y los procesos de toma de decisiones hasta la gente misma, descentralizando la democracia y transfiriendo los recursos y la autoridad del gobierno central al gobierno local”
[4].

Ahora bien, imaginemos que mejoramos el diagnóstico, es decir, entendemos que el problema es el hambre crónica y, adicionalmente, imaginemos también que se formulan políticas coherentes con esta problemática ¿Será suficiente este esfuerzo? Sin duda, sería un avance maravilloso hacia la superación del hambre crónica rural. No obstante, no debemos olvidar que el estado no es un ente homogéneo y que las políticas sectoriales de un gobierno pueden llegar a ser contradictorias entre sí. Por ejemplo, una política de seguridad alimentaria puede llegar a ser opuesta a una política tributaria o a una política agroindustrial. Y, en ese orden de ideas, ya en la arena política, en las decisiones efectivas del día a día del ejecutivo ¿cuál de estas políticas prevalecerá? Todo dependerá de la orientación principal que tenga el gobierno y de la importancia que cada tema tenga dentro de la agenda política y social del país.

En ese sentido, las preguntas que nos debemos formular en torno al problema del hambre crónica rural en Colombia deberían enfocarse de la siguiente manera:
¿Cómo podemos lograr que la lucha contra el hambre crónica, especialmente a nivel rural, se constituya en una prioridad en la agenda pública y política de nuestro país?
¿Dónde comienza y dónde concluye la responsabilidad del estado frente a la seguridad alimentaria y a la garantía del derecho a la alimentación de las familias y comunidades campesinas?
¿Están adecuadamente orientados los subsidios alimentarios que el estado ofrece a esta población? ¿Son social y económicamente sostenibles y, en consecuencia, contribuyen realmente a la dignificación de la vida y a la seguridad alimentaria?
¿Cuál debe ser el papel del estado local, del estado departamental y del estado nacional en la lucha contra el hambre crónica rural?

Néstor Mendieta – Corporación Obusinga
Barrancabermeja, septiembre del 2006

[1] Recordemos que el entre el 30% y el 60% de la población campesina del Magdalena Medio no alcanza a cubrir sus requerimiento de calorías y que tres de cada cuatro familias sufre de consumo insuficiente de micronutrientes como la vitamina A y el calcio.
[2] Proyecto Hambre.proyectohambre.org/breve.htm Según el Proyecto Hambre, “las hambrunas representan menos del 8% de las muertes relacionadas con el hambre en el mundo. El 92% restante es el resultado del hambre crónica y persistente – el asesino silencioso que día a día se lleva la vida de 20,000 personas” (las negrillas son de la versión original).
[3] FORO DEL HAMBRE DE LOS PAÍSES DE LA REGIÓN ANDINA. “Reduciendo el Hambre y la Desigualdad: Alcanzando los Objetivos de Desarrollo del Milenio”Quito, Ecuador, 22-23 de Noviembre de 2004. http://proyectohambre.org/2004/jhquito-es.htm
[4] Ibidem.

septiembre 13, 2006

MERCADOS LOCALES O MERCADOS GLOBALES

EL DILEMA DE LA ECONOMIA ALIMENTARIA CAMPESINA

La mayoría de nosotros aún recordamos el mercado de pueblo. Esa fiesta semanal a la que se daban cita campesinas y campesinos cargados con los productos de sus parcelas pero en la que no solamente ocurrían intercambios comerciales sino que también se daban las celebraciones religiosas; las visitas a los médicos y curanderos; las jugarretas de billar y tejo y, para qué negarlo, hasta las borracheras y una que otra pelea con arma blanca. El mercado de pueblo era, sin lugar a dudas, el epicentro de la economía campesina y una de las más puras expresiones de una forma de vida cada día más escasa en nuestro país.
Esta expresión tradicional de nuestro pueblo estaba soportada en lo que se llaman sistemas agroalimentarios localizados. Los técnicos dan el nombre de sistema agroalimentario a aquel conjunto de elementos que se asocian y encadenan en el proceso de producción, comercialización y consumo de los alimentos. Incluyen allí desde la producción de insumos agrícolas, como abonos y maquinaria, hasta la venta menuda del alimento en las tiendas, sin excluir todo el proceso de cultivo, cosecha y transporte de los alimentos. Pues bien, a los mercados de pueblo confluía la producción agropecuaria de una microregión, toda ella levantada con insumos locales, semillas y especies nativas y tecnologías autóctonas. Del mismo modo, en dichos mercados se realizaban los intercambios que permitían a las familias campesinas garantizar, con aceptable eficiencia, el acceso a sus alimentos y a sus bienes de consumo. Y, la totalidad de los procesos ocurría en circuitos económicos que no se extendían más allá del área de dos o tres municipios vecinos por lo cual se les da el apelativo de sistemas agroalimentarios localizados.
Los cambios sucedidos en el mundo han sido vertiginosos en los últimos años y, desde el punto de vista de la economía alimentaria, se han caracterizado por el surgimiento de sistemas agroalimentarios de enorme radio de acción. La extensión de la revolución verde y, con ella, la producción a gran escala, en esquemas cada más agroindustrializados, ha generado enormes cantidades de un mismo alimento que, posteriormente, se distribuyen a través de gigantescas cadenas alimentarias. De esta manera, la producción, transformación y consumo de un mismo alimento puede ocurrir no solo en países distintos sino hasta en continentes diferentes. Aparecen entonces los sistemas agroalimentarios globalizados los cuales impactan violentamente la economía campesina y, por supuesto, ponen en crisis a los mercados de pueblo tradicionales.
Para muchos teóricos, el tremendo desarrollo de los Sistemas Agroalimentarios Globalizados es altamente benéfico para la seguridad alimentaria ya que contribuye a hacer más competitivos los mercados de alimentos. Es decir, de acuerdo con esta versión, la globalización produce sistemas agroalimentarios especializados que tienen la virtud de ser más productivos, eficientes y rentables. A su vez, se piensa que estas ventajas disminuyen el costo que representan los alimentos para el consumidor y favorecen su acceso a los mismos. Adicionalmente, consideran que estos sistemas son altamente eficaces a la hora de enfrentar momentos de desabastecimiento ya que los altos volúmenes de alimentos, que maneja cada sistema especializado, pueden ponerse en cualquier lugar a la hora que se necesite. Esto, como consecuencia de la producción a gran escala y del desarrollo de las vías de comercialización entre regiones y países, propio del proceso de globalización.
¿Pero son realmente estos los efectos que los sistemas agroalimentarios globalizados han producido en las familias campesinas?
Debido a que el trabajo tradicional de los campesinos es la producción agropecuaria, desde la óptica de los mercados globales, los campesinos jugarían ante todo el papel de productores de alimentos. El problema es que los mercados globales son como las ligas mayores de productores y, por lo tanto, para meterse en semejantes macronegocios es necesario producir altísimos volúmenes, de lo que sea, para ponerlos a circular en las poderosas autopistas comerciales de la globalización. Para alcanzar este propósito se requiere la movilización de enormes cantidades de insumos, el compromiso de grandes extensiones de tierra, el recurso a tecnologías inconcebibles para el campesino promedio y, por supuesto, la disposición de capitales financieros que movilicen todo ese aparato productivo. Una dimensión verdaderamente escalofriante para el campesinado.
Y es que, definitivamente, los sistemas agroalimentarios globalizados no están diseñados para la economía campesina. De hecho, según estimativos de los economistas del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, durante el año 2005, apenas el 2% de los créditos destinados al agro, por parte de la banca pública colombiana, llegaron a los campesinos. El 98% fueron entregados a grandes agroindustriales quienes, por supuesto, demostraron su solvencia financiera y su respaldo al crédito que solicitaban.
No obstante, durante los últimos años, muchos campesinos han podido “enchufar” sus productos a medianos y grandes sistemas agroalimentarios mediante la alianza con comerciantes y empresas agropecuarias de mayor radio de acción. De ese modo, han empezado a formar parte de las cadenas productivas aunque en los eslabones más débiles y de menor rendimiento financiero.
Desgraciadamente, incorporarse a los sistemas agroalimentarios globales puede tener un costo muy alto para la familia campesina. En general, las exigencias de estos sistemas conducen al campesino a que comprometa toda su capacidad en un único producto, es decir, a que convierta su parcela en un monocultivo y a su familia en dependiente, desde el punto de vista alimentario. Los estudios de Obusinga y PDPMM muestran que, en promedio, 8 de cada diez calorías que consumen las familias campesinas las obtienen mediante la compra y tan solo una quinta parte de lo que consumen es producido por la misma familia. La dependencia de la compra es, sin duda, el precio que paga quien se dedica al monocultivo.
Pero el problema no termina allí, generalmente los campesinos toman decisiones productivas en bloque, es decir, todos los campesinos de un municipio tienden a vincularse a la misma cadena productiva. De ese modo, un municipio se caracteriza porque todos sus campesinos producen mora, en un segundo municipio todas las familias son productoras de fríjol y un tercero se enorgullece de ser un gran productor de cacao. En consecuencia, la tendencia del monocultivo se dirige a abarcar ya no solo unas cuantas parcelas sino todo un municipio.
Una vez montado en la tendencia de los grandes sistemas agroalimentarios, con su economía de monocultivo a medio camino, el campesino entra en una especie de limbo productivo. En efecto, a pesar de haber sembrado buena parte de su parcela con un solo cultivo, su capacidad productiva aún es demasiado baja como para montarse en las grandes cadenas alimentarias quienes le exigen cantidades aún mayores del producto. Pero, paradójicamente, su producción ya es demasiado voluminosa como para ser asimilada por el mercado local en el que definitivamente ya excede la demanda. Es así como el campesino decide llevar los alimentos hacia mercados más lejanos, donde le pueden comprar todo su producido, y deja de ofrecerlos en el mercado de su propio pueblo ya que tendría que devolverse a su finca con parte de la carga. Y, como si se tratara de una broma siniestra, es frecuente que los comerciantes que le compraron su producido regresen al pueblo del campesino vendiendo, a precios más elevados, los mismos productos que de allí salieron.
Las consecuencias de este desajuste son aún más severas si el producto al que la familia y la comunidad le han apostado su fuerza productiva es un alimento esencial. Por ejemplo, Puerto Nare y Cimitarra, son dos municipios ganaderos del Magdalena medio que cuentan con una amplia producción lechera. Muchas familias campesinas están vinculadas a dicha producción, venden la leche a grandes empresas de lácteos, que llegan a estos municipios y de allí derivan buena parte de su sustento. Pero el intercambio es tan negativo que, de acuerdo con los recientes estudios realizados, entre el 70% y el 80% de las familias termina con un consumo insuficiente de calcio (nutriente que proviene esencialmente de la leche). La leche, originalmente producida en estos municipios, regresa a ellos pero procesada, escasa, costosa e inaccesible para la mayoría de los pobladores.
Al contemplar esta situación, un observador externo podría suponer que lo mejor sería que el campesino produjera sus propios alimentos y se evitara todo este proceso de intermediación que claramente lo perjudica. Y, efectivamente, muchos así lo han intentado y mantienen la producción de lo que llaman su dieta de pancoger, representada generalmente por el plátano, la yuca y la papa. El problema es que una buena alimentación exige el acceso estable a por lo menos una variedad de 30 alimentos y no solo al exiguo pancoger. Y, ser capaz de producir siquiera 15 alimentos, en los microfundios inferiores a 5 hectáreas que poseen los campesinos, exige no solo una alta fertilidad de la tierra sino también elevados conocimientos agronómicos que permitan el uso adecuado y eficiente de la tierra. La experiencia termina por demostrarle a la mayoría de campesinos que es mucho más racional y sensato comprar los alimentos que intentar producirlos, para el propio consumo, en sus parcelas y microfundios. Es más, el desestímulo a la producción es de tal medida que numerosos campesinos optan por vender sus parcelas ya que no ven a través de ellas ninguna posibilidad de acceder al dinero que necesitan. Es así como de ser el dueño del cultivo el campesino termina convertido en obrero de la plantación.
El balance de la transformación de los sistemas agroalimentarios deja pueblos campesinos que producen uno que otro cultivo, que les dejan poco dinero a sus pobladores, y un mercado local reducido a escasos productos de consumo masivo como, el arroz, la panela, algunos granos y el aceite. En suma, el sometimiento de la economía campesina tradicional a los sistemas agroalimentarios globalizados y de gran escala termina por alterar la disponibilidad de alimentos a nivel local. Dicho de otro modo, los alimentos no se consiguen en los municipios pero ya no como consecuencia de problemas en las cosechas sino como resultado del abandono y postergación de los mercados locales de alimentos.
Todo este panorama lleva progresivamente a la extinción del campesinado como forma de vida. Con bajos ingresos, imposibilitados para conectarse a las nuevas cadenas alimentarias y severamente limitados para la producción de su propia dieta, los campesinos viven, en este momento, en un contexto económico profundamente deprivado y marginalizado que los ha conducido a la dependencia alimentaria y al hambre crónica.
Nuevas preguntas aparecen sobre la problemática alimentaria de nuestras familias campesinas:
¿Hay alguna razón válida para que los mercados locales hayan sido abandonados y marginalizados?
¿Por qué las políticas de desarrollo rural no se han enfocado hacia el fortalecimiento de la economía campesina?
¿Tiene sentido dedicar todos los esfuerzos e inversiones sociales al desarrollo de los sistemas agroalimentarios globales?
¿Acaso dentro de la economía campesina no pueden coexistir los mercados globales con los mercados locales de alimentos?


septiembre 01, 2006

INSCRIPCION A LA CUMBRE


LA CUMBRE ALIMENTARIA REGIONAL DEL MAGDALENA MEDIO: UN ESCENARIO DE DEBATE CIUDADANO Y CONSTRUCCIÓN PARTICIPATIVA DE POLÍTICA PÚBLICA.

Afiche Cumbre Alimentaria RegionalLa Cumbre Alimentaria Regional del Magdalena Medio deberá entregarnos importantes saldos de aprendizaje, organización y gestión, provenientes de la participación ciudadana y la interacción entre los diferentes representantes de las organizaciones e instituciones asistentes. No obstante, si pretendemos alcanzar los máximos logros de este encuentro, es necesario precisar su carácter y objetivos centrales. En ese sentido, la Cumbre no es un espacio de capacitación que se concentre en contenidos técnicos o prácticos de la seguridad o la soberanía alimentarias. Del mismo modo, aunque la Cumbre propicia el encuentro fraterno entre ciudadanos y ciudadanas, tampoco es un evento dedicado al intercambio de experiencias con el fin de mejorar o perfilar metodologías de trabajo. Y, si bien la Cumbre contará con representantes de los gobiernos locales, regionales y nacionales, tampoco debe ser entendida como una instancia para la gestión de necesidades particulares de las comunidades o para la solución de problemas puntuales que se presenten en una vereda o en un municipio.

La Cumbre Alimentaria Regional es, por encima de todo, un escenario en el que representantes de la ciudadanía organizada se reúnen con sus contrapartes de organizaciones privadas e instituciones públicas y, junto con los gobiernos presentes, debaten sobre los determinantes y las soluciones al problema del hambre crónica rural. Se trata entonces de un escenario de participación ciudadana autónoma y de concertación entre sectores de la sociedad civil para elaborar fórmulas y establecer acuerdos y compromisos que favorezcan la superación del hambre crónica que padecen innumerables familias campesinas de nuestro país.

Es por ello que les extendemos la invitación a participar en la Cumbre Alimentaria Regional del Magdalena Medio delegando a una o máximo dos personas que representen a su asociación u organización y que, además, estén facultadas por ésta para establecer acuerdos y compromisos en su nombre. Así mismo, con el ánimo de favorecer su participación, les solicitamos que discutan previamente algunos aspectos cruciales de la política pública de manera que estén en mayor capacidad de plantear su posición frente al tema durante las jornadas de la Cumbre Alimentaria. Las siguientes preguntas podrían animar su debate interno previo a la Cumbre:

· ¿Dónde comienza y dónde concluye la responsabilidad del estado frente a la seguridad alimentaria de las familias y comunidades campesinas?
· ¿Están adecuadamente orientados los subsidios alimentarios que el estado ofrece a esta población? ¿Son social y económicamente sostenibles y, en consecuencia, contribuyen realmente a la dignificación de la vida y a la seguridad alimentaria?
· ¿Se está promoviendo el desarrollo de sistemas agroalimentarios locales o, por el contrario, las políticas tienden a favorecer a los sistemas agroalimentarios globalizados?
· ¿Debe el estado proteger las identidades alimentarias de las comunidades campesinas y controlar la oferta alimentaria industrializada o debe permitir el libre comercio y publicidad de los alimentos industrializados?
· ¿Está bien que el tipo de acciones que los municipios, los departamentos y la nación realizan, frente a la seguridad alimentaria de las familias, sean básicamente iguales o, por el contrario, cada uno debería tener competencias diferentes y realizar acciones claramente complementarias?

APORTES DE LOS ORGANIZADORES PARA LOS PARTICIPANTES

Los y las representantes de las organizaciones participantes de la Cumbre Alimentaria contarán con la alimentación y el hospedaje durante los días 29 y 30 de septiembre en el municipio del Carmen de Chucurí, Santander.

Así mismo, contarán con una carpeta para el seguimiento a la agenda y la toma de notas. Y, recibirán las memorias de la Cumbre una vez se hayan editado.

APORTES DE PARTICIPANTES

Se espera que las organizaciones aporten los costos de transporte de sus representantes.

COMO LLEGAR AL CARMEN DE CHUCURI, SEDE DE LA CUMBRE ALIMENTARIA

Desde Bucaramanga sale transporte al Carmen todos los días a las 4:00 a.m.; 5:00 a.m.; 11:00 a.m.; 2:00 p.m. y 4:30 p.m. El valor del tiquete es de $20.000. El recorrido es de más o menos 4 horas.

Desde Barrancabermeja sale transporte al Carmen todos los días a las 9:00 a.m.; 12 m; y 4:00 p.m. El valor del tiquete es de $12.000. El recorrido es de más o menos 3 horas.

En ambos casos, se llega al municipio luego de dos horas de viaje por carretera destapada.

INSCRIPCION A LA CUMBRE ALIMENTARIA

La inscripción la pueden realizar por vía telefónica, fax o a través de correo electrónico.

Para inscribirse telefónicamente, llamar al: 6 21 35 33 de Barrancabermeja (Indicativo 7) o al celular 315 3709597.

Para inscribirse por fax o a través del correo electrónico, diligencien la ficha anexa y envíenla a la línea 6 21 35 33 Barrancabermeja (Indicativo 7), en caso de fax, o la dirección
cumbrealimentaria@gmail.com si es por vía electrónica.


FICHA DE INSCRIPCION

FECHA:

DATOS DE LA ORGANIZACION

NOMBRE DE LA ORGANIZACIÓN: _______________________________________

MUNICIPIO EN QUE TIENE SU SEDE: ____________________________________

DIRECCION________________________________________
TELEFONO____________FAX _______________
CORREO ELECTRONICO_______________________

DATOS DEL REPRESENTANTE A LA CUMBRE

NOMBRE Y APELLIDOS _______________________________________________

CARGO QUE OCUPA EN LA ORGANIZACIÓN _____________________________

DIRECCION________________________________________
TELEFONO____________FAX _______________
CORREO ELECTRONICO_______________________

agosto 09, 2006

¿QUÉ HAREMOS EN LA CUMBRE?

CUMBRE ALIMENTARIA REGIONAL DEL MAGDALENA MEDIO
CONTRA EL HAMBRE CRONICA RURAL
EL CARMEN DE CHUCURI – Septiembre 29 y 30 del 2006
AGENDA


La Cumbre Alimentaria de Lucha contra el Hambre Crónica Rural será un evento de debate ciudadano en el que representantes del gobierno, tanto del nivel nacional como del departamental y municipal, estudiarán y discutirán la situación de la población campesina y formularán propuestas para el desarrollo de políticas públicas en esta sensible área del desarrollo humano y social. La discusión se dinamizará a través de los siguientes temas:


· La promoción de la seguridad alimentaria rural y el desarrollo de la economía campesina.
· La viabilidad de los mercados locales de alimentos básicos como estrategia de autonomía y seguridad alimentaria rurales.
· La regulación de la comercialización de los productos alimentarios industrializados y el desarrollo de las identidades alimentarias campesinas.
· La orientación de los subsidios alimentarios del estado en el ámbito rural.
· El papel del estado y el papel de las comunidades campesinas en la garantía del derecho a la alimentación

PRIMER DIA (viernes 29 de septiembre)

Objetivo de la jornada: Debatir sobre las políticas de seguridad alimentaria necesarias para las zonas rurales de nuestro país y establecer acuerdos entre los y las participantes: funcionarios del estado, representantes de universidades, instituciones y ONGs y representantes de comunidades y asociaciones campesinas.

Producto final de la jornada: Declaración de la Cumbre Alimentaria la cual contendrá las recomendaciones que los y las participantes realizarán al gobierno y a la sociedad colombiana frente al problema del hambre crónica rural y al desarrollo de una política de seguridad alimentaria y nutricional para las comunidades campesinas.

AGENDA PARA EL PRIMER DIA DE TRABAJO

Presentación y apertura de la Cumbre

Ponencia del Comité Regional de Seguridad Alimentaria del Magdalena Medio

Mesas de trabajo.

Plenaria y establecimiento de acuerdos

SEGUNDO DIA (sábado 30 de Septiembre)

Objetivo de la jornada: Intercambiar experiencias y concertar un plan de seguimiento a los acuerdos de la Cumbre y de incidencia en las políticas públicas de seguridad alimentaria.

Producto final de la jornada: Plan operativo de trabajo a seis meses con actividades y responsables de las mismas.

AGENDA PARA EL SEGUNDO DIA DE TRABAJO

Intercambio de experiencias

Formulación de estrategia de seguimiento a los acuerdos de la Cumbre - mesas de trabajo

Plenaria de conclusiones y acuerdos finales

LA CRISIS DE LAS CULTURAS ALIMENTARIAS CAMPESINAS

“Casera y convincente, nuestra sabrosa cocina colombiana…”. Con estas palabras se introduce la edición de lujo del libro “La Cocina Colombiana”. En su título expresa lo que es, sin duda, uno de los principales orgullos de nuestra nación y de nuestra cultura. Y, en su introducción, cuando comenta que “Trasegando la escarpada geografía del país, adentrándonos en sus sabanas y llanuras, todavía nos quedan infinidad de platos y guisos cuyas recetas, desconocidas o semiolvidadas, vale la pena anotar para que su memoria perdure”1 reconoce implícitamente el origen de este fabuloso patrimonio nacional: la cultura campesina.

Este reconocimiento contrasta ampliamente con la baja valoración que hoy día tienen propios y extraños sobre la cultura alimentaria campesina. En general, los funcionarios del sector salud y del sector educativo afirman que “la gente no se sabe alimentar” mientras que los planteamientos de los expertos, a pesar de ser menos descalificantes, coinciden en lo fundamental. Para estos últimos, es necesario “generar estilos de vida saludables” y “cambios de actitud” frente al tema alimentario.

En el trabajo dirigido a comunidades, generalmente la cultura se aprecia como una expresión de resistencia y un obstáculo para el cambio. Cuando una situación se torna sumamente complicada, y a pesar de los esfuerzos no se logran cambios significativos, se dice que se trata de un “problema cultural”. Y se acude a esta expresión para declarar el largo camino que aguarda al cambio o la imposibilidad del mismo.

Pero ¿realmente las familias campesinas no se saben alimentar? Realmente ¿su cultura es un obstáculo para el desarrollo de su propia seguridad alimentaria? Probablemente, la historia alimentaria de cualquier comunidad campesina colombiana podría ayudarnos a responder estos interrogantes.

Hace medio siglo, en las montañas colombianas, las familias campesinas tenían dietas poco variadas y, aunque defectuosas, bastante eficientes desde el punto de vista nutricional. Su alimentación se basaba en aquellos productos, de la agreste geografía en que habitaban, que habían logrado reconocer y domesticar generación tras generación. Igualmente, con sorprendente ingenio, convirtieron las limitaciones energéticas en ventajas culinarias. Ajiacos, sancochos, mutes y mondongos tienen las mismas características: Un solo fogón, una sola olla, un solo preparado nutritivo, bastante leña ahorrada y el sabor propio de la región. Basados en esos preparados y en esa respetable gastronomía, nuestros ancestros no solo sobrevivieron sino que se reprodujeron, poblaron nuestro territorio y dieron origen a lo que hoy somos.2
Algunos trabajos de recuperación de la memoria alimentaria, realizados en el Magdalena Medio3 permiten entrever el origen de varias de las transformaciones alimentarias que han sufrido nuestras poblaciones campesinas. En las montañas del sur de Santander, la distribución de la tierra entre los numerosos herederos de las grandes familias de los años cincuenta condujo al establecimiento de microfundios en los que la producción de alimentos se hizo cada vez más limitada. Este fenómeno disminuyó seriamente la capacidad alimentaria de la cultura campesina. Por otra parte, la guerra, que ha azotado a estas zonas durante varias décadas, ha dejado familias desplazadas y viudas desheredadas que deben velar solas por la alimentación de la prole. Cerca de una tercera parte de las familias campesinas está encabezada por mujeres solas y sin tierra.

Hacia mediados de los años 80, las familias campesinas de esta región tenían una buena adecuación de vitamina A, proveniente del importante consumo de leguminosas y verduras tradicionales, como las guacas, las hibias y los hites, que se producían muy bien en la abundante broza o capa vegetal de la tierra. En la actualidad, estas verduras tradicionales han desaparecido de las dietas lugareñas y la razón fundamental es la pérdida de la broza como consecuencia de la dedicación de los terrenos a los pastos para la ganadería.4 Hoy día la insuficiencia en el consumo de vitamina A se ha convertido en un problema de salud pública que afecta a 8 de cada 10 familias campesinas. Ante este problema se plantea como solución la adición de esta vitamina a un producto de consumo masivo como el arroz ¿No será mejor recuperar la broza y con ello la producción y consumo de las verduras tradicionales?

Desgraciadamente, los programas de apoyo alimentario casi nunca reparan en la historia alimentaria de las comunidades y las verduras tradicionales no tienen espacio en las minutas que preparan las nutricionistas de las instituciones. De este modo, los niños y niñas campesinas consumen dietas que generalmente son extrañas a la historia alimentaria de sus familias y comunidades y, lentamente, pierden el gusto por sus propias tradiciones. Es frecuente que las mesas de los hogares infantiles y de los restaurantes escolares se conviertan en escenarios de confrontación entre la alimentación tradicional y la alimentación facultativa, prescrita por especialistas y ajena a las dietas ancestrales.

Y, como ocurre en el río revuelto, mientras se sucede este conflicto, la industria de los alimentos procesados coloniza aceleradamente a los hogares campesinos. En efecto, cuando la electrificación llegó a las áreas rurales trajo con ella la oportunidad de tener una licuadora y preparar jugos de fruta pero también trajo el televisor y, a través de él, la industria de alimentos procesados presentó a famosos personajes nacionales promoviendo el consumo de refrescos concentrados. Así mismo, las tiendas de las veredas han dejado de ser pequeñas cantinas en donde solo se consumía cerveza para convertirse en verdaderos puestos de avanzada del negocio de alimentos industrializados. En cualquiera de estos recónditos establecimientos se encuentra una gran variedad de comida chatarra acompañada de “todos los juguetes” necesarios para estimular su consumo.

Para beneplácito de los grandes industriales, los estudios sobre consumo alimentario, realizados en la región, demuestran que la mitad de las familias campesinas consume habitualmente refrescos en polvo mientras que solo una de cada tres familias come las frutas que aún abundan en los campos. Sin duda, es más laborioso preparar un jugo que mezclar un par de ingredientes en una jarra. Lo injusto es que nadie les ha advertido a las familias que esos refrescos no reemplazan a la fruta natural ni que el consumo excesivo de este tipo de preparados afecta los hábitos alimentarios de los niños y puede conducir a problemas nutricionales.

Hace 50 años, cuando una mujer campesina iba a alimentar a su familia no tenía dudas sobre lo que debía prepararles. Sometida a las limitaciones de la oferta alimentaria de entonces, la tradición y su identidad alimentaria le ofrecían una idea clara sobre aquello que alimentaba y la forma más adecuada de prepararlo. Hoy día, con las identidades alimentarias casi perdidas, quienes van a preparar una comida en casa campesina, se debaten entre los consejos del personal sanitario, los mensajes de los medios, las tradiciones aún latentes y los gustos alterados de los miembros de la familia. Todo ello, en medio de la necesidad y el deseo de invertir menos tiempo en la cocina, de la disponibilidad real de alimento en su pueblo o vereda y de su propia precariedad económica.

A partir de estas reflexiones surgen nuevas preguntas que confrontan los programas actuales de seguridad alimentaria pero que tal vez puedan orientar nuestras acciones futuras:
¿Son acaso caprichosos los hábitos y costumbres de las personas y familias campesinas?
¿Es posible enfrentar el problema alimentario sin recuperar colectivamente la memoria alimentaria?
¿Pueden los programas de apoyo alimentario mejorar la seguridad alimentaria mientras ignoren las dietas tradicionales de las comunidades?
¿Debemos observar impávidos la manera como los preparados industrializados, por medio de eficientes y multimillonarias estrategias publicitarias, colonizan las dietas y costumbres alimentarias de las familias?


1. Fernando Wills, Margarita Valencia “La cocina colombiana - Guía práctica y recetario”. Círculo de lectores.
2. Con estas afirmaciones no pretendemos ignorar las limitaciones de estas gastronomías enteramente sometidas a la producción local, lo que frecuentemente generaba problemas de insuficiencia de algunos nutrientes. Ni tampoco el hecho de que toda esta riqueza se construyó a costa de la salud de la mujer campesina sometida a extenuantes labores culinarias en espacios cerrados en donde el humo y el hollín deterioraban sus pulmones.
3. Se trata de trabajos aún no editados de la Corporación Obusinga realizados con el apoyo de la Corporación Desarrollo y Paz del Magdalena Medio y de los equipos gestores de los municipios en donde se desarrolla el proyecto.
4. En aparente compensación, la adecuación de hierro en la dieta de las familias de la zona ha mejorado significativamente por cuenta del aumento en el consumo de carne. No obstante, esto no repara la pérdida de suelos y tradiciones alimentarias que trajo una ganadería mal planificada.

IMAGENES DE
LA CUMBRE

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Este es un exhibidor facilitado por Flickr para presentar las fotos de la Cumbre Alimentaria. Haga su propio exhibidor aquí.

Programa radial Terminal Azul,
dedicado a la Cumbre Alimentaria Regional. Emisora Universitaria UIS F.M., Bucaramanga.
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