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CUMBRE ALIMENTARIA REGIONAL DEL MAGDALENA MEDIO CONTRA EL HAMBRE CRÓNICA RURAL


SEPTIEMBRE 29 Y 30 DEL 2006 - EL CARMEN SANTANDER

DECLARACION COMENTADA

La Declaración Política de la Cumbre Alimentaria Regional del Magdalena Medio es un texto que resume los acuerdos a los que llegaron los y las participantes del evento frente al tema de la lucha contra el hambre crónica rural. Aunque en el contenido de la misma se maneja una serie de conceptos técnicos, propios de las disciplinas ligadas a la seguridad alimentaria, la declaración no es ni pretende ser un documento técnico que pueda ser leído como una especie de "ABC de la seguridad alimentaria". Por lo tanto, la Declaración no compendia todos los factores que tienen que ver con la seguridad y la soberanía alimentarias sino aquellos que fueron reconocidos y trabajados por los y las asistentes a la Cumbre.
La Declaración refleja entonces el grado de sensibilidad, nada despreciable, que la región del Magdalena medio ha alcanzado frente al problema del hambre crónica y a la necesidad de desarrollar su seguridad alimentaria. En ese sentido, contiene los compromisos que actualmente la ciudadanía organizada y las instituciones están dispuestas a llevar a cabo en pos del desarrollo de su región y del mejoramiento de su condición de vida.
Ya en lo que tiene que ver con el contenido específico de la Declaración, ésta se divide en dos partes. La primera, recoge una serie de nueve artículos bajo el titulo "La Plenaria de la Cumbre Alimentaria Regional afirma que". Dichos artículos se refieren a los principios que, para los participantes de la Cumbre, deben guiar una política de seguridad alimentaria y de lucha contra el hambre crónica. Se trata de un conjunto de afirmaciones que expresa la posición política de los participantes y que por lo tanto sirve de guía para la formulación de cualquier plan o política de trabajo en seguridad y soberanía alimentarias para la región.
La segunda parte de la Declaración, comprende catorce propuestas bajo el título "A partir de las afirmaciones anteriores, la Plenaria de la Cumbre Alimentaria Regional propone". En esta segunda sección se desarrolla un conjunto de propuestas específicas que se acercan mucho más al diseño o ajuste de programas y planes de seguridad y soberanía alimentarias y que la plenaria de la Cumbre tuvo mucho cuidado en que guardaran plena coherencia con los principios relacionados en la primera parte.
COMENTARIOS A LA DECLARACION
PRIMERA PARTE: PRINCIPIOS Y POSICION POLITICA
La alimentación es un derecho humano fundamental y, como tal, una expresión de la dignidad humana.
El Estado, como instancia destinada a salvaguardar la dignidad humana, es el directo responsable y garante del derecho a la alimentación.
Lo que comemos es un símbolo que representa nuestro entorno de dignidad, por lo cual la conquista de la seguridad y la soberanía alimentarias es una de las pruebas de la vigencia de los derechos humanos y de la realización de un estado social de derecho.
No muchas personas entienden la importancia que reviste, ni las implicaciones que produce, la declaración de una necesidad como derecho humano fundamental. Tal vez la mejor manera de entenderlo es recordando que los derechos humanos tienen, entre otras características, la de ser inherentes. Esto significa que las personas tenemos derecho por el solo hecho de ser humanas y lo único que podría arrebatarnos el derecho es que dejásemos de ser humanas. En otras palabras, puede afirmarse que gozamos de los derechos humanos sin que tengamos que hacer ni dar nada a cambio.
Es así como una persona puede ser buena o mala, trabajadora o perezosa, honesta o deshonesta, bondadosa o criminal, no importa, siempre tendrá derecho a alimentarse simplemente porque es un ser humano. Justamente, por esa razón se dice que los derechos humanos son los que garantizan la dignidad de las personas. Porque la dignidad significa que no podemos ser tratados como cosas o como animales sino como seres humanos. Y, en tal sentido, todos los seres humanos somos igualmente dignos de serlo sin distinción de clase, raza, sexo, etc. etc. etc. Es por ello que cuando decimos que la alimentación es un derecho, declaramos que ningún ser humano merece padecer hambre y que, si esto llega a ocurrir, toda nuestra humanidad se declara afectada.
Igualmente, no sobra hacer esta declaración ya que hay corrientes de pensamiento en el mundo que consideran que el derecho a la alimentación, así como otros derechos económicos, sociales y culturales, no deben ser tomados como derechos fundamentales. Para estas personas, los derechos solo tienen que ver con la libertad, es decir, que las personas tienen derecho a comer lo que quieran (y lo que puedan) pero que no existe el deber de garantizarles la alimentación.
En tal sentido, siempre hemos escuchado que a cada derecho que tenemos le corresponde un deber. Para el caso, el derecho a alimentarse le corresponde al ciudadano y el deber de garantizar la alimentación le compete al estado. En ese orden de ideas, los participantes de la Cumbre quisieron resaltar el papel que debe jugar un estado social de derecho en la vida de la ciudadanía. La existencia del estado se justifica, por encima de cualquier cosa, porque es la institución creada para garantizar los derechos humanos a todas las personas. Es para eso que existe el estado, para eso que existen las instituciones públicas y para eso que se formulan las políticas públicas.
El derecho a la alimentación se realiza a través del valor y el ejercicio de la soberanía, de una manera integral, que se expresa en la soberanía sobre la producción de alimentos, sobre las costumbres e identidades alimentarias y sobre el uso y protección de nuestros recursos naturales.
Para quienes participaron en la Cumbre, el derecho a la alimentación no se debe garantizar de cualquier forma puesto que no se trata solamente de dar de comer sino de inscribir la garantía de la alimentación en el marco de la dignidad individual y colectiva. La alimentación debe ser entendida como una necesidad humana que va más allá de los nutrientes y las calorías y que comprende los afectos, la historia y la identidad de los pueblos y de las culturas. Las personas merecen alimentarse de acuerdo con sus costumbres y en consonancia con el territorio que habitan. Del mismo modo, los recursos naturales y alimentarios, que se encuentran en el territorio nacional, deben ser protegidos como parte del legado cultural de la nación.
El ser humano y, en este caso, los campesinos y campesinas, deben ser reconocidos como los sujetos y protagonistas de la construcción de la seguridad y la soberanía alimentarias, por lo tanto son ellos y ellas el centro y el fin de los procesos de planeación de las políticas y programas correspondientes.
A lo largo de la historia de nuestro país se han realizado profundas reformas políticas al agro y puede afirmarse que en ninguna de ellas se consultó a la población campesina para realizarlas. Los y las participantes de la Cumbre, como ciudadanos y ciudadanas representantes de numerosas organizaciones campesinas, reclaman, a través de este artículo, su derecho a ser tenidos en cuenta en el momento en que se formulen las políticas públicas que los afectan. Más aún, este artículo hace énfasis en que las políticas solo pueden tener como fin el beneficio de las personas y, en este caso, de los y las habitantes de los campos. Por lo tanto, los gobiernos deben elaborar las políticas de seguridad y soberanía alimentarias con quienes van a ser los directos afectados por las mismas: los y las campesinas.
La lucha contra el hambre crónica rural y la conquista de la seguridad y soberanía alimentarias deben enfocarse hacia el fortalecimiento de la economía campesina como dimensión capaz de responder a las necesidades humanas y sociales y al espíritu solidario que debe prevalecer en la garantía del derecho a la alimentación.
Existe en Colombia la tendencia a reducir el problema alimentario a un asunto de empleo y capacidad de compra. Se supone que las familias superarán el problema de hambre si cuentan con empleo o ingresos y el poder adquisitivo consecuente. No obstante, un planteamiento de este tipo es muy peligroso para las familias campesinas ya que puede terminar convirtiéndolas en asalariadas o jornaleras de una tierra ajena que anteriormente les pertenecía. En efecto, para las zonas rurales, con frecuencia, empleo e ingresos significan la aparición de grandes capitalistas que invierten en la compra de tierras para generar plantaciones dedicadas al monocultivo de algún producto de exportación.
Los y las participantes, al plantear la necesidad de superar el hambre crónica, mediante el fortalecimiento de la economía campesina, le apuestan a un tipo de seguridad alimentaria sostenible en la cual no se arrase con las formas de economía tradicionales del campo. Se busca, que la familia campesina se alimente bien, se desarrolle y continúe siendo propietaria de su tierra y dueña de sus negocios agrícolas. Hay también aquí una expresión de confianza hacia el campesinado. Se confía en que, con el apoyo adecuado, nuestras campesinas y campesinos pueden desarrollar el agro colombiano y que, debido a sus valores, pueden hacerlo de manera solidaria y preservando los recursos naturales para las futuras generaciones.
La política alimentaria debe ser de carácter integral y dirigirse hacia el desarrollo de la autonomía alimentaria familiar, comunitaria y local.
Si bien el estado debe responsabilizarse de que todo ciudadano tenga acceso a los alimentos que requiere y que, eventualmente, esto puede significar la entrega de subsidios alimentarios, la finalidad de una política alimentaria es la autonomía alimentaria de las familias y comunidades. Los y las participantes de la Cumbre quisieron expresar que solamente podemos quedar satisfechos con una política cuando esta alcance estos niveles de autonomía y las familias y comunidades puedan alimentarse por sí mismas de manera sostenible. Es allí en donde conquistamos la plena realización del derecho a la alimentación.
En el plano de los derechos humanos, y del derecho a la alimentación en particular, la tierra debe ser reconocida como un elemento que sustenta la identidad y la dignidad campesinas.
El agua es un bien público y es esencia de la vida por lo cual su preservación y potabilización deben ser objetivo prioritario del estado y la sociedad.
Además de las semillas, solo hay tres elementos que se requieren para hacer posible la agricultura o la producción de alimento. Ellos son: el sol, la tierra y el agua. Es por ello que los y las participantes de la Cumbre decidieron incluir al agua y a la tierra como elementos constitutivos de la política de seguridad y soberanía alimentarias y como recursos encomendados al cuidado del ser humano.
Con respecto a la tierra, para el gran inversionista es solamente un bien de capital. Hoy la tierra puede ser útil para sus propósitos y mañana puede convertirse en un lucro cesante. Para el campesino, en cambio, la tierra constituye su legado, su patrimonio cultural y su identidad. Para muchos, es allí donde nacieron o, al menos, allí donde establecieron sus hogares y decidieron que sus vidas echaran raíces. Por lo tanto, el derecho a la alimentación para la población campesina pasa por un reconocimiento a la profunda relación que ésta tiene con la tierra que cultiva.
De otra parte, con respecto al agua y su calidad de bien público, cuando algún bien material se denomina público, se quiere afirmar que le pertenece a todas las personas y que, por lo tanto, no es una mercancía de la que puedan lucrarse los particulares. La Declaración de la Cumbre señala la grave situación en la que se está cayendo al no tener políticas de protección y control de la explotación de los recursos hídricos.
SEGUNDA PARTE: PROPUESTAS ESPECÍFICAS
Las propuestas planteadas en la Cumbre Alimentaria cubren varios aspectos de la seguridad y soberanía alimentarias como son: la producción y comercialización de alimentos, las políticas de subsidios e incentivos, el acceso y consumo de alimentos y el fortalecimiento de las organizaciones campesinas.
SOBRE LA PRODUCCION DE ALIMENTOS
Que el estado garantice el ejercicio del derecho del dominio sobre la tierra el cual se traduce en acceso a tierras suficientes en cantidad y calidad para garantizar la productividad campesina y el derecho a la alimentación.
Promover y cualificar la planeación de la producción campesina de alimentos a nivel de la unidad campesina familiar, local y regional, incorporando como criterio la diversificación de la producción y del consumo de alimentos básicos.
Estos dos puntos, al ser apreciados de manera conjunta, permiten desarrollar los postulados de la primera parte relacionados con el fortalecimiento de la economía campesina. Por una parte, se reafirma, de manera más concreta, la necesidad de favorecer el acceso a la tierra por parte de los y las campesinas. Pero, igualmente, sabemos que no es y, de hecho, no ha sido suficiente con que se disponga de tierras para garantizar la seguridad alimentaria. Además de la tierra y los medios para hacerla productiva, para superar el hambre crónica es necesario planificar la producción alimentaria.
No cabe duda de que el campesinado colombiano puede producir alimentos y cultivos para su propia familia, para su municipio, para la región y para la exportación. Pero, requiere de acompañamiento en el proceso de planeación de cada uno de estos escenarios de mercado. Es esa la manera de enfrentar los desafíos de la competencia internacional y el modo en que el campesinado podrá desarrollarse sin perder su identidad.
SOBRE LOS MERCADOS LOCALES DE ALIMENTOS
Fomentar y fortalecer los mercados locales como escenario de encuentro social y cultural para la producción, acceso y consumo de alimentos.
Promover los mercados solidarios; el desarrollo de infraestructura y rutas para mercados locales y la disminución de la intermediación como estrategias para el mejoramiento del acceso a los alimentos básicos por parte de las familias campesinas.
Los pequeños campesinos colombianos pueden hacer mucho más productivas sus tierras y participar en distintos escenarios de mercado. No obstante, hoy en día el escenario más delicado, en términos de garantizar la seguridad alimentaria de las familias campesinas, es el mercado local. Si estas familias se dedican solamente a producir para la región, o para la exportación a mercados internacionales, su sistema agroalimentario inmediato se deteriora y corren alto riesgo de quedar en dependencia alimentaria.
Dentro de la planificación de la producción campesina, los mercados locales deben ser objeto de políticas especiales que favorezcan su desarrollo. En el pasado, fueron estos mercados los que permitieron que Colombia entera prosperara. Ahora, con su debilitamiento ha sobrevenido el hambre crónica rural. Es por ello que se deben invertir recursos en infraestructura y plataformas logísticas que reactiven los mercados locales. Finalmente, de ellos depende la seguridad alimentaria de la población campesina.
SOBRE EL ACCESO A ALIMENTOS
Con el fin de reconocer a la población campesina en su doble condición de productora y consumidora de alimentos, se propone mejorar su acceso a alimentos mediante la aplicación simultánea de dos estrategias complementarias de apoyo a las familias y comunidades:
El mejoramiento en la capacidad de compra
La promoción del autoconsumo
Como protección fundamental a la economía doméstica y a la capacidad de compra de alimentos básicos de la población, por ningún motivo estos alimentos deberán ser objeto de gravámenes o impuestos que aumenten su costo al consumidor.
Una de las características fundamentales de la familia campesina es que produce al menos una parte de los alimentos que consume. Aunque esa forma de adquirir los alimentos, también llamada autoconsumo por algunos, puede efectuarse en las ciudades, es muy típica de las zonas campesinas. No obstante, tampoco se debe caer en el extremo opuesto y pensar que una familia campesina debe ser autosuficiente, es decir, que produzca todo lo que come y no compre ningún alimento. La Declaración de la Cumbre plantea que, para el caso de los campesinos, se deben promover las dos formas de acceso a los alimentos ya que es la mejor manera de conseguir la seguridad alimentaria para sus familias.
Por otra parte, los y las participantes de la Cumbre, son concientes del interés que tienen algunos sectores del país en gravar con impuestos el consumo de algunos alimentos de la canasta familiar. Al igual que la mayoría de la población colombiana, los participantes de la Cumbre, consideraron necesario pronunciarse al respecto y rechazar estas iniciativas. Se considera que este tipo de impuestos son profundamente injustos, van en contra del derecho a la alimentación y afectan dramáticamente a las familias más vulnerables.
SOBRE EL CONSUMO DE ALIMENTOS
El mejoramiento en el consumo de los alimentos debe estar centrado en el desarrollo de la cultura alimentaria campesina. Para ello se recurrirá a las siguientes estrategias:
Recuperación y reactivación de la memoria alimentaria.
Rescate de alimentos tradicionales de alto valor nutricional
Trabajos de difusión capaces de contrarrestar la publicidad negativa de la industria alimentaria.
Uno de los problemas más graves que tienen las comunidades campesinas de hoy día es su crisis de identidad. Han sido tan golpeadas y abandonadas durante tantos años que lentamente han empezado a desconfiar de su propia riqueza cultural y han ido alejándose de valiosas prácticas alimentarias que, durante siglos, les habían servido para vivir y prosperar. Simultáneamente, los y las campesinas han accedido a los medios de comunicación masivos desde donde toda la población es bombardeada con anuncios publicitarios que enaltecen la llamada "comida chatarra". Un tipo de comida que, al ser consumida en exceso, afecta la salud de las personas y que, desgraciadamente, ha colonizado los paladares de niños y niñas y se ha convertido en comida preferencial aún en los hogares campesinos.
Para quienes participaron en la Cumbre, la mejor manera de contrarrestar esta problemática es combinando diferentes estrategias educativas que potencien la cultura alimentaria campesina. A diferencia de otros abordajes, en los que solamente se aconseja dar información a las personas sobre la manera como deben alimentarse, la propuesta surgida de la Cumbre plantea la necesidad de trabajar desde y para la cultura alimentaria campesina. Las gentes deben recuperar su memoria alimentaria, entender los factores que las condujeron a cambiar sus hábitos y, a partir de allí, tomar decisiones autónomas que satisfagan tanto sus necesidades nutricionales como sus necesidades gastronómicas y económicas.
SOBRE LOS SUBSIDIOS ALIMENTARIOS
Impulsar los subsidios a la producción campesina de alimentos básicos, tanto con fines de comercialización como de autoconsumo.
Superar la inequidad en el manejo de los incentivos agropecuarios y dirigir los mismos hacia el fortalecimiento de la producción campesina.
Orientar los subsidios al consumo de alimentos a través de tres criterios
Deben enmarcarse en una política pública amplia enfocada hacia el desarrollo de la autonomía alimentaria familiar y comunitaria.
Deben basarse en diagnósticos alimentarios y nutricionales rigurosos y confiables.
Deben ser generadores de autonomía alimentaria y desarrollo local.
Con el fin de simbolizar el derecho a la alimentación, promover la veeduría ciudadana y mejorar la transparencia en el uso de los recursos públicos, proponemos que todos los subsidios alimentarios sean entregados a nombre del pueblo Colombiano.
Un tema de enorme importancia tuvo que ver con los subsidios alimentarios y los incentivos a la producción agropecuaria. Sin duda, este planteamiento obedece a que, tradicionalmente, subsidios e incentivos son los instrumentos que utilizan los mandatarios para desarrollar sus políticas y planes de gobierno. En efecto, normalmente, cuando un alcalde, un gobernador o un presidente pretenden implementar un programa de seguridad alimentaria, utilizan el esquema de subsidios para hacer llegar los beneficios del programa a unas o a otras familias o personas.
Para quienes participaron en la Cumbre, los subsidios reflejan las tendencias reales del estado y de los gobernantes. Por ello, quisieron pronunciarse al respecto y proponer una nueva manera de utilizar esta figura de los subsidios. Por una parte, frente al tema del hambre crónica rural, los subsidios no deben ser identificados solamente como ayudas alimentarias sino que también deben ser entendidos como apoyos a la producción campesina. Este aspecto es de suma importancia ya que, por medio de él, se reconoce la doble condición del campesinado (productor y consumidor) y sus diversas maneras de acceder a los alimentos (comprándolos o cultivándolos).
Por otro lado, es muy claro que los subsidios al consumo, o ayudas alimentarias, son de más ayuda cuando una familia está en hambre aguda. Es decir, cuando no tiene nada que comer y corre el riesgo de morir de hambre. En el caso del hambre crónica, es decir, cuando la gente come, pero no lo suficiente, el tipo de ayuda que necesitan las personas es distinto a recibir alimentos. Se trata de apoyos o subsidios para que puedan alimentarse por sí mismas. Incluso, hay quienes piensan que si se les da directamente el alimento jamás lograrán desarrollar autonomía y alimentarse por sí mismas. No obstante, también es claro que el estado no puede dejar a ninguna persona padeciendo hambre de cualquier tipo.
Ante este dilema, los participantes a la Cumbre proponen que los subsidios tengan un manejo mucho más coherente y que además no den pie para la corrupción o el clientelismo. Por eso proponen que los subsidios o ayudas alimentarias de los gobiernos (municipales, departamentales o nacional) obedezcan a criterios que realmente ayuden a las personas no solo en el corto plazo, con la comida que se les entrega, sino hacia el largo plazo, con los elementos necesarios para que se alimenten por sí mismas. Es por ello que se plantea que los subsidios deben ser solo una parte de la política de seguridad alimentaria y no toda la política. Además, si han de darse subsidios en alimentos, éstos deben suministrarse de acuerdo con diagnósticos de buena calidad y no simplemente repartiendo lo que los proveedores de alimentos quieran dar.
Adicionalmente, quienes participaron en la Cumbre coincidieron en la necesidad de trascender el concepto de subsidios alimentarios como programa asistencial y empezar a convertirlos también en motores de desarrollo. En otras palabras, los subsidios son recursos del estado que deberían ser utilizados no solo para apañar el hambre sino que, simultáneamente, deberían invertirse en la potenciación de negocios y emprendimientos que se desarrollen en las comunidades beneficiarias. De ese modo, se convierten también en acciones dirigidas a combatir el hambre crónica.
Por otra parte, la idea, surgida en la Cumbre, de entregar las ayudas alimentarias en nombre del pueblo colombiano, tiene un enorme significado político. Es muy importante que las gentes sepan que todo aquello que el estado les entrega, no es un regalo de un gobernante de turno, sino que proviene de los recursos públicos y es una expresión, en este caso, del derecho ciudadano a la alimentación.
Finalmente, hay que decir que, durante los últimos tiempos en Colombia, quienes reciben más apoyo, por medio de incentivos a la producción de alimentos, son los agricultores más ricos. Por eso, se consideró necesario expresarse a favor de los pequeños agricultores y reclamar hacia ellos un trato equitativo. Es decir, que la política de incentivos a la producción campesina sea igualmente estimulada y los incentivos se distribuyan de una manera justa y adecuada.
SOBRE LA ORGANIZACIÓN CAMPESINA
Promover, apoyar, respaldar y fortalecer los procesos organizativos y asociativos de las comunidades campesinas en el marco del respeto a su autonomía como sujetos colectivos.
Implementar y diseñar participativamente programas de capacitación y formación al campesinado que aborden de manera integral los temas relacionados con la seguridad y soberanía alimentarias y le permitan fortalecer su capacidad de planeación y gestión de su seguridad alimentaria así como su capacidad de veeduría y participación ciudadana.
Este aspecto merece un comentario especial ya que no se trata de que el gobierno organice a las personas campesinas y cree nuevos mecanismos de participación reglamentados. Se trata de que favorezca las formas como las gentes deciden organizarse y apoye a los grupos que de esa manera se creen. Lo más importante es que la gente se organice por sí misma, de acuerdo con sus necesidades y con sus costumbres y no que otro u otros le digan como hacerlo.
Igualmente, una de las principales formas de apoyo que puede recibir una organización campesina es la capacitación y, en ese sentido, desde la Cumbre se propone crear todo un programa de capacitación y formación para la seguridad y soberanía alimentarias. Un programa que permita asumir la seguridad alimentaria como todo un proyecto de vida y no como una serie de temas desconectados que cada institución trabaja por separado.
SOBRE LOS ALIMENTOS BASICOS
Desarrollar una política de disponibilidad y acceso a alimentos básicos por medio de las siguientes estrategias:
Los alimentos básicos deben ser el objeto principal de las políticas públicas participativas en Seguridad Alimentaria y Nutricional.
El material genético de los alimentos básicos debe ser protegido por el Estado.
Debe facilitarse la producción y comercialización local y regional de alimentos básicos.
La importancia de los alimentos básicos radica en que corresponden a una lista estratégica de alimentos que cubren todos, no la mayoría ni algunos, sino todos los requerimientos nutricionales de la población. Así mismo, estos alimentos tienen la virtud de ser culturalmente aceptados. Es decir, conjugan las necesidades con las costumbres y, por lo tanto, son la esencia misma de la alimentación de un país, una región o un municipio. Por ello, los y las participantes de la Cumbre propusieron que estos alimentos sean especialmente protegidos por el estado. Y que se de este manejo especial tanto en lo que tiene que ver con el consumo y acceso a ellos como en lo que atañe a su producción.
Precisamente, en este último aspecto, debe tenerse especialmente en cuenta el tema del material genético. Se propone que las semillas y el germoplasma de los alimentos básicos sean protegidos de modo que ninguna persona o empresa pueda convertirse en su dueña. Lo que ocurre es que en el mundo existen empresas que "fabrican semillas", es decir, toman una semilla natural y la procesan en el laboratorio para mejorarla y, luego, la venden como su propiedad. La idea es que el material genético de los alimentos básicos sea propiedad del pueblo colombiano y que cualquiera de nuestros campesinos o campesinas pueda utilizarlo sin que le represente ningún costo.

IMAGENES DE
LA CUMBRE

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Programa radial Terminal Azul,
dedicado a la Cumbre Alimentaria Regional. Emisora Universitaria UIS F.M., Bucaramanga.
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